jueves, 9 de septiembre de 2010

Génova

Palazzo de vía Garibaldi (Génova)

Inmensa, sucia, desordenada y sin embargo...¡absolutamente encantadora!


Fue nuestra puerta a Italia y nos conquistó desde el primer momento. Se encarama por las colinas en una miriada de casas y edificios de todo tipo. Palazzos abandonados y decrépitos convertidos en pisos, fachadas en las que en medio de la roña se conservan vestigios gloriosos: un busto, una guirnalda, un fresco... La pintura embellecida después de pasar por todos los grados del deterioro, oscila entre el rosa y el ocre.


Nuestro hotel es un pequeño sueño. Tiene la elegancia añeja de la madera bien lustrada y del mármol un poco opaco. Un salón amplio y solitario en  el que los grandes espejos reflejan ausencias y un dormitorio en que el ventanal neoclásico nos muestra magnolios, la espalda de Colón y a lo lejos, un mar cruzado de vez en cuando por lo que parecen barcos errantes.


Cuando salimos ya atardece y vemos grupos de africanos con sus collares y sus "mantas cerradas" a cuestas, alejándose del centro. Subimos rápido hacia la vía Garibaldi, que tiene la fama de ser la calle más bella de Italia y que nos deja mudos. Dos filas de mastodónticos palazzos se yerguen a los lados de una calle adoquinada y estrecha. No hay perspectiva; la mole se impone. Miramos hacia arriba y el cielo parece un espejismo. Mármol blanco y negro en bandas, patios interiores donde los árboles han crecido demasiado e invaden las terrazas, juntándose en las alturas... No sé por qué en algún momento las verjas, las escaleras y el verde aprisionado me traen el recuerdo de "El jardín de los Finzi Contini".

Él me compra tres rosas que, compradas en la vía Garibaldi a un ragazzo moreno adquieren un valor mágico...


El tiempo ha manchado la calle pero aún con la cara sucia, su belleza se impone con un algo de vulnerabilidad que nos dice que nada es inmutable bajo el sol y que justamente esa dulce patina que aportan los años es lo que buscamos y nos deleita...

Esa noche escribí...

Dormir hacia Colón…
ventana abierta
racimos de magnolias
una escalera huérfana
espejos innumerablemente solos y…
una cama-navío llevándonos allende desencuentros
por un mar de rosas moribundas entre
niños que dicen ¡bella!

Atraca el barco
en la mansión más sola de calle Garibaldi
y te cojo del brazo
y subimos la escala
hacia donde convergen tus sueños y mis gozos…

Sí. Así es como nacen los poemas...

No hay comentarios:

Publicar un comentario