jueves, 15 de diciembre de 2011

Regreso a Guinea




Regreso a Guinea- de La Fortune Félix

“La nostalgia es el sufrimiento que produce el pensar en algo que se ha tenido o vivido” leo en mi lacónico diccionario y me doy cuenta casi de inmediato de que no es necesariamente así. No se trata siempre de echar de menos lo vivido,  ni de sufrimiento a secas. También se puede sentir una profunda nostalgia por lo nunca vivido. Por otra parte, hay mucho de deleite en ese giro hacia atrás, ya que la nostalgia es siempre una extraña fiesta que se produce en nuestro espíritu, cuando mágicamente y casi por asalto nos encontráramos pisando el umbral de una casa muy amada... al conjuro de un perfume de humo otoñal, una foto que encontramos de repente, una fecha, una canción que suena al pasar bajo una ventana...
Lo que ocurre es que, como toda fiesta, ésta llega a su fin y con él el momento de la desolación, enfrentados a  la estancia  otra vez vacía. Es cierto que abriremos la puerta, encontraremos el pan en la mesa  y las voces a lo lejos que se acercan...Pero todo volverá a la niebla y nos dejará nuevamente ateridos en un presente sin voces, sin pan...pero no nos engañemos, intentaremos volver una y otra vez a vivir aquello que quedó prendido en nuestra memoria poética aunque sea  leve, levísimamente. La nostalgia es la que nos lleva de visita.


Sólo le es dado al ser humano regresar a Ítaca por medio de la nostalgia. Es más, es ese rescoldo siempre avivado lo que mantiene la gana intacta y el rumbo sostenido, porque el mito dice que por mucho que tardemos en volver allí,  encontraremos intacto lo que perdimos. Lo que amamos deseamos que sea eterno. No queremos que amanezca la noche que somos felices, no queremos que el cuento se acabe nunca... Es por eso que volvemos una y otra vez a revivirlo, a menos que perdamos la memoria o seamos unos superficiales de cuidado. Es por eso también que incluso lo dejamos escrito o relatado para que otros lo recuerden cuando nosotros ya no podamos....



Me impresiona como  son de pobres los diccionarios al pretender definir lo que es puro matiz. No se puede llamar sufrimiento a la más rica y profunda de las emociones, tintineo continuo toda ella. Sorpresa, expectativa, deleite... dolor también,  pero como el fondo inevitable que produce todo lo que aviva nuestra hambre y que en definitiva, no puede alimentarnos. Nos quedamos siempre un poco como el rey Midas, abriendo la boca en vano intento de degustar lo que es espejismo puro, pero ¡reconozcámoslo! ese dolor agudo es un pequeño óbolo ante tanta ganancia  como nos asiste. La nostalgia es la madre de la poesía.



Tengo frente a mi mesa un cuadro que me traje de Haití el año pasado. Lo pintó Lafortune Félix, un  sacerdote  vudú, que dejó impreso en él una escena llena de un lirismo secreto, que a mí me produjo una poderosa sensación de sugerencia desde  que lo vi  expuesto en la “Galería de María Isabel” de Puerto Príncipe...Se llama “Regreso a Guinea”, pero podría haberse llamado también “Nostalgia”. Es una deliciosa analogía de esa vuelta al origen, que a mí que soy una recordadora pertinaz, me eligió como dueña adecuada  y se vino conmigo.



A partir de una mesa rodeada de signos sagrados, una serie de figuras se disponen para un viaje. El movimiento es delicioso. Hay alegría en ese grupo, expectativa en los gestos que cargan los fardos, esperanza en los brazos que se alzan para acomodar los bultos. Una decisión gozosa se observa en la forma de encaminarse hacia un horizonte que va poco a poco difuminándose, comido por  nubes que permiten entrever un puente apenas esbozado a lo lejos...A medida que las figuras se acercan a él, se van volviendo aladas. Los fardos y las cargas han ido cayendo en algún lugar del camino. Lo suponemos porque aquellas a las que brotan alas llevan las manos vacías...están llegando a Guinea.



 Ese sufrimiento gozoso que acompaña todo viaje hacia lo que fue, lo es porque  se nutre de la vivencia de un pasado al que nunca se ha renunciado. En mi pintura se trata de la nostalgia de todo un pueblo, una nostalgia que pasó de padres a hijos, de madres a hijas y que cuajó en historias que fueron apasionadamente repetidas en medio de la miseria, del miedo, una y otra vez y que alumbraron y calentaron muchas vidas.



Así es. La nostalgia caldea. Las lágrimas que provoca refrescan y alivian la dureza de un presente, siempre pura juntura de memoria y esperanza.  La nostalgia es el fuego en la oscuridad del invierno de  pueblos y  personas. Cuando cada mañana yo miro largamente mi “Regreso a Guinea”, congrego en lo profundo mis momentos sagrados que acuden. Siempre acuden, porque soy una recordadora esencial... entonces, me brotan alas,  porque necesito sobrevolar todas las que fui para poder entender un poco a ésta que soy ahora...necesito mis collares de antaño, aquellas páginas dobladas, aquella voz que sé que me imagino, pero que es tan igual a la vieja memoria que me basta...necesito una y otra vez transitar los mismos parques, volverme a vestir ciertos vestidos, sentir cierto rumor de lluvia...



Nada más preciado para mí que esta emoción en carne viva. Renunciar a ella sería justamente como tener que reconocer algo a lo que me negaré siempre... que tal vez nunca pueda regresar a Guinea.  

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