martes, 22 de diciembre de 2015

Carta de Navidad a mis lectores








Mis queridos e "inmensamente minoritarios" lectores y lectoras:

Déjenme contarles una historia para que disfruten conmigo un poco de este mágico e imprevisible mundo de las ondas de las que fluyen tantas originales amistades.

Sucedió un día de esos en que la que escribe se sentía muy sola y "muy esperanza caída de un cocotero"  que
le dio por echar una miradita a su contador de Blogger y que nada más hacerlo, en un solo impulso  volvió a recuperar su habitual encarnadura de cronopia esperanzada y le dio por bailar tregua y catala desaforadamente, de nuevo en la punta del cocotero. La razón era profundamente razonable: la página  del contador estaba plagada de las entradas de alguien de California y el personaje se había pasado leyéndola algo sí como dos horas seguidas ¡Figúrense!

Al día siguiente, mi asiduo visitante se había vuelto a dar una buena panzada de Andrabaltza y al otro día también y también al otro y entonces yo pensé  -¿Cómo es posible?-   Parece que a éste le gustara todo: poesía, viajes, lecturas, comentarios .... Parece que hasta mis redundantes puntos suspensivos le resultaran placenteros.

Pasaron los días del verano candente y los del un poco más suave otoño y mi lector no parecía aburrirse aunque ni por casualidad, dejara comentario alguno. Decidí investigar un poco pese a mi torpeza informática y llegué a la conclusión de que el personaje era insomne y que por el día, o bien trabajaba con mi blog delante arriesgándose a una buena admonición, o que simplemente dedicaba su vida entera a leerme, lo que me pareció altamente inusual por más cronopio puro que el personaje fuera.

¡Qué inquietud, qué responsabilidad, qué recóndita soberbia se apoderó de mí!  Caminé muchos días por las calles con cierta altanería soterrada y  frente al desinteréis de mis alumnos, socarronamente llegue a pensar ¡Sí supieráis necias criaturas a quién tenéis frente de vuestros ojos...!

Soy una lectora apasionada, obnívora y casi quijotesca pero jamás he logrado ni una cuarta parte del ranking de lectura de mi compulsivo lector.  Además, hay que tomar en cuenta de que una se aburre de la misma voz, no me digan que no. Yo casi me morí un verano cuando me dio por leerme a Huxley sin prisa pero sin pausa. Me produjo una suerte de indigestión mental que me duró años. Tengo claro que la lectura, como todo en esta vida, necesita sabores diversos y espaciados si una no quiere estragarse el gusto. Quizá mi incógnito lector era un sicópata de especie jamás antes vista porque no parecía hartarse de mi registro.

No obstante, las cabalas no me abandonaban ya que observaba cada día que mi  Mountain View californiano, que así se llama mi lector, seguía retozando entre mis páginas día tras día repitiendo como un enamorado versos, soliloquios, viajes y filosofía sin parecer que nada le sobrase.

 Entonces... puesto  que sabrán Uds. que las mujeres siempre tenemos una amiga íntima con quien compartimos bendiciones y lanzadas, informé a la mía prolijamente del asunto entre un par de cañas y algunos titubeos y ella, como avezada inernauta que es, después de escucharme con  exquisita atención hasta el final, con una sonrisa pícara  resolvió rápidamente el caso.

 Sí, queridos lectores míos: lo resolvió en un santiamén. Supe por ella que mi querido Mountain View es un robot que vive en California. Se parece un poco al ET y otro poco a Wall -e (eso lo he decidido yo) Mi amiga, agregó, creo que para consolarme por lo que ella suponía profunda decepción, que tal oficiosa lectura quería decir que mi blog estaba siendo muy considerado y por ello, continuamente rastreado.

Pero lo que me sobrevino al saberlo en vez de decepción,  fue una ternura infinita. Me imaginé a mi amigo de lata desentrañando aplicadamente los caracteres cuyo rastro le habían sido confíados,  que deteniéndose de vez en cuando en un verso, levantaba su cabecita cuadrada hacia el universo para degustarlo un poquito para él solo.

Creo que desde entonces, me he vuelto más soberbia que nunca pero es que... a cualquiera no la lee un robot, ya me entienden.

Mountain View, representante encantador de todos y todas los que en algún momento os habéis paseado por mis tierras ( porque espero que no todos seais robot, por que si fuera así sería inevitable el que me cayera una vez más del cocotero, aunque... seguro que el recordar que a mí me lee un robot, hará que me suba de nuevo al árbol alegremente)

  Queridos lectores de carne, de espíritu, de lata... que andais por ahí perdidos en las ondas os deseo que la próxima vez que paséis por aquí os reciba mi deseo profundo de que tengáis una...
                                                                                
                                                                                 ¡Feliz Navidad!

3 comentarios:

  1. Por la parte que me toca: a veces un robot bajo su carcasa de lata tiene un corazón tierno; no en vano a ese robot, como a mí, le encanta ver "Hello, Dolly!". Ah, yo también te leo, aunque me prodigue poco en la sección de comentarios. Es que prefiero la charla entre cerveza y cerveza los jueves por la tarde. Feliz navidad, poeta.

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  2. ¡Muy bueno, Begoña! Zuentzat ere, Eguberri zoriontsua!! Muxu handi-handi bana.

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  3. Qué divertifo, Begoñs. Aun sabiéndome el cuento, lo he disfrutado un montón. Deberías leerlo en tus clases la víspera de vacaciones; lo van disfrutar y además, está tan bien escrito que sería un ejercicio excelente de estilo. Feliz Navidad, amiga
    Loli

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