Paúl Celán nació el mismo año en que nació mi madre, 1920 y murió mucho antes de que ella lo hiciera, en 1970. Es junto con Stvietaieva el poeta que más profundamente me ha impresionado. Su destino como el de ella, fue aciago.
Llegué a Celán y ya nunca pude irme. Una y otra vez a lo largo de mi vida, he abierto su libro buscando poemas que siempre me dejan temblando. Línea que siga mi dedo está cargada de un oscuro balbuceo que subraya la tiniebla. Leo y me parece asistir a un milagro. Cada una de sus palabras es preciosa porque fue arrancada a la imborrable mancha del oprobio. A Paul Anczel le tocó nacer judío en Europa en los años en que serlo fue una profunda desgracia.
Llegué a Celán y ya nunca pude irme. Una y otra vez a lo largo de mi vida, he abierto su libro buscando poemas que siempre me dejan temblando. Línea que siga mi dedo está cargada de un oscuro balbuceo que subraya la tiniebla. Leo y me parece asistir a un milagro. Cada una de sus palabras es preciosa porque fue arrancada a la imborrable mancha del oprobio. A Paul Anczel le tocó nacer judío en Europa en los años en que serlo fue una profunda desgracia.
Pocas veces he sentido tanto el temblor remecedor de una poesía que no puedo entender sino con las entrañas. Sus versos oscilan frágiles, balbucean entre llamaradas del subconsciente y terribles hechos reales que se niega a explicitar. Sus poemas están habitados por un ruido de terremoto traspasado una y otra vez por el susurro de una espacie de nana.... Me quedo siempre atisbando la negrura entrecruzada de destellos de soberana belleza. Con Celán siempre termino musitando el verso como si fuese una oración sin destino, en medio de una desolación irremediable.