lunes, 20 de marzo de 2017

Emily Dickinson, la poeta lacónica.



                                                              
"Indian pipes", la flor favorita de Emily Dickinson
                                             
                                                                                              

Si existe una poesía que cuesta entender y sin embargo emociona es la de  Emily Dickinson, que nació un 10 de diciembre de 1830 en Amherst, Massachusetts, Estados Unidos y murió el 15 de mayo de 1886  en la misma casa donde nació. Sin sus versos que alguien comparó con huellas de pájaros sobre piedra, habríamos perdido una senda hacia ese mundo inefable que solo a la poesía le es dado transitar.


Se describió ...." soy pequeña como el gorrión, y mi cabello es rebelde como el erizo de la castaña. Y mis ojos como el Jerez que el huésped deja en la copa».


 Le gustaba vestir de  piqué blanco, hablar sin que la vieran, preparar el pan de su familia, dar largos paseos con su perro y por la noche en la soledad de su cuarto,
escribir poemas y cartas que también son poesía. Es una suerte para nosotros que su hermana Lavinia recogiera sus poemas y se decidiera a publicarlos.

La conocí a través de una película a fines de los años 70. "La decisión de Sofie" me impactó de tal manera que nunca he podido leer el libro en que está basada.  En la escena que me quedó grabada, Sofie, recién llegada como refugiada a Nueva York poco después de terminada la Segunda guerra mundial, pide los poemas de Emily Dickinson en su balbuceante inglés  a una bibliotecaria que desde su altura se empeña en hacer repetir correctamente su petición a esta extranjera que lo ha perdido todo menos la obstinación en balbucir un nombre en el que parece se le va la vida. Al día siguiente busqué, encontré y leí a Emily Dickinson que poco a poco llegó a calarme con un fuego distinto pero semejante al de  Marina Tsvetáyeva, la extraordinaria poeta rusa.

 La Emily de las cartas vino un verano en no sé que vericueto gozoso.  Recuerdo que me llevé el libro a Sara y que las vacaciones de aquel año quedaron subrayadas por una lectura apasionada y reincidente que me producía un indudable placer.

Quedé deslumbrada por la belleza que desborda inevitable de la secuencia de la línea.  Por ese ritmo discontinuo que produce el  contrapunto de la reticencia, el guión y la certeza de la palabra de pronto fulgurante para volverse de nuevo cadencia mínima.... Me di cuenta del porqué de la tendencia al balbuceo de la poeta cuando hablaba. La cadencia de la escritura y del habla transitan vías paralelas pero semejantes. Emily fue escueta, contenida y vacilante en su vida de adentro, una mujer de murmullos y silencios súbitos, en la de afuera.

  Las cartas respiraban mejor en el primer silencio de la mañana. Cuando aún solo se sentía el frescor de la sombra y el chorro del agua a lo lejos. Las palabras se me mezclaban con el sabor a mermelada de mora y pan caliente mientras lenta, casi parsimoniosa, les iba sacando punta. Leía y releía ensimismada y mientras... se me iban las horas. De vez en cuando, sigo leyéndolas con el mismo embeleso...

-Esta mañana estoy de luto, Susie, porque no tengo una dulce puesta de sol con que dorar una página para ti, ni una bahía azul-ni siquiera una pequeña estancia, muy arriba en los cielos, como la tuya que me haga pensar en el cielo que te daría a ti. Sabes como tengo que escribirte, abajo, abajo, en lo terrestre: no hay ocaso aquí, ni estrellas: ni siquiera un poco de crepúsculo que pueda poetizar- ¡y mandarte!" -

Me encantan especialmente las cartas que escribió a Susan que fue su amiga, luego su cuñada y más tarde aún, la madre de su adorado Gilbert. Fue Sue quien se encargó más tarde de coser la sencilla bata de franela con que vistió a Emily en su lecho de muerte, la que la hizo yacer  en un féretro blanco, adornada de orquídeas y violetas (símbolo de la lealtad) en el cuello y dos heliotropos (símbolo de devoción) en la mano.

Se sabe que  en algún momento hubo ruptura entre ellas. Una distancia que cuajó. Emily lo constata y se lo dice...

"Pocos (amigos) me han sido dados y si los amo tanto que por idolatría me son arrebatados- me limito a murmurar "Idos y la oleada va a morirse en el azul ilimitado y nadie  salvo yo, sabe que uno se hundió hoy. Hemos caminado muy placenteramente- Quizá sea este el punto en que nuestros caminos divergen- entonces pasa cantando, Sue, mientras hacia arriba, por la colina lejana, yo continúo mi viaje." -

 ¿Existe manera más bella de señalar la ruptura?

Sin embargo, hay ciertas relaciones que son sencillamente indestructibles y Susan supo escuchar y responder a su llamada...

Yo derramé el Rocío
Más me quedé con la mañana
Escogí esta  estrella singular
De las muchas que pueblan la amplia noche
¡Sue para siempre!

 Me gustan muchas cosas de Emily como poeta. Su libertad sin estridencia. El que siempre escribiera lo que quiso y como quiso sin aceptar normas ni mentores. Esa indiferencia suya por la publcación y la posteridad que revelan un soterrado orgullo que me resulta cercano. Me encanta su reguero de versos escritos en esquinas de cartas, en dorsos de listas de la compra, algunos, cosidos en forma de cuadernillos sin fechas, sin nombre.. Ese delicioso escribir al hilo de la vida.

Además hay algo en esta mujer que me hace volver una y otra vez a sus poemas con una sonrisa complice: es  la inteligencia y el  finísimo sentido del humor que destilan...

Todas las cosas arrasadas
Eso- es la inmensidad-

dice...

Y también...

Quién no ha encontrado el cielo-aquí abajo-
Fracasará allí arriba-
Pues alquilan los Angeles la Casa de al lado,
Doquiera nos mudemos-


Resguardada entre las fronteras de un jardín que poco a poco se fueron estrechando hasta convertirse en las de su cuarto, Emily vivió una vida anónima e intensa tal como atestiguan sus cartas y poemas. Como buena chica del siglo XIX reverenció y obedeció a su padre, cuidó de su madre hasta que ésta murió, mantuvo algunas amistades muy queridas que le fueron arrebatadas por la muerte, el malentendido o la distancia y únicamente se desplazó  a Boston casi siempre por razones de salud.
Supo mantener las formas de la cortesía pero también, resguardar "un cuarto propio" en el que no dejó entrar prácticamente a nadie. 

Su biografía es la de legión de mujeres de su siglo y sin embargo absolutamente diferente. Quizá porque ella siempre vivió en las palabras, lo demás (la vida real) eran interrupciones y tenían una importancia relativa.

Dicen que se enamoró de un reverendo pero lo cierto es que no hay ninguna constancia ni en sus cartas, ni en su poesía. Lo que sí es indudable es que amó a su perro Carlo, a las arañas y sus magnificos telares, al ratón de la despensa, a la Biblia, a las "pipas indias", a los lirios y al color blanco... Dejó incontestable constancia. Con ese fluir de amores entrelazados se mezcla el tornasol y la borrasca de sus días. La naturaleza que se le transfigura continuamente, sea tal vez lo que le permite hablar de la muerte y con los muertos con una naturalidad  sabrosa porque al fin de cuentas...

Un hoyuelo en la tumba
Hace de ese feroz recinto
Un Hogar-

Lúcida, lacónica, profunda como un pozo de agua quieta supo que

Ver el cielo de verano
Es Poesía aunque no esté en un Libro-
Los verdaderos Poemas huyen-

 De lo que Emily dejó escrito emerge una intensidad que por su misma fuerza no puede ser resistida sino muy brevemente. Tensa el arco hasta el límite y...¡ por Dios, que tiene fuerza!

 Vivió inevitablemente entre el éxtasis y la agonía pero siempre con una sonrisa distante, educada, casi gentil. A veces me pregunto si habrá  sabido contestar alguién a esa sutileza candente suya con el mismo nivel de desmesura. Creo que no

En su última carta me conmueve la esperanza...

"Primitas, me reclaman"

                                            ¡Espero que haya sido la desmesura, Emily!

3 comentarios:

  1. “A veces me pregunto si habrá sabido contestar alguien a esa sutileza candente suya con el mismo nivel de desmesura. Creo que no”
    Así terminas tu delicioso comentario sobre Emily Dickinson. Pues bien, yo creo que sí, creo que la sutileza de ella tiene su correspondencia en lo que tú escribes, Begoña, no sólo en este excelente análisis sobre la autora norteamericana sino en cualquiera de tus escritos. Me han llamado la atención otras semejanzas entre las dos…sobretodo, la lucidez, la profundidad, el hermetismo en algunos momentos, la capacidad de emocionar con la palabra… Esas palabras tan bien elegidas para expresar, efectivamente, lo inefable ” tornasol y borrasca”, “profunda como un pozo de agua quieta”, entre otras.
    Gracias, Begoña; voy a leeros a las dos.

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  2. Gracias, muchas y cálidas gracias por este hermoso comentario en que me hermanas con ella. Siempre recuerdo esa sentencia, creo que sufí, que dice que..."solo podemos amar aquello, que ya estaba en nosotros" Ahora que lo pienso, creo que la intuición también aparece en "El Cantar de los cantares" "Haciendo porque mueras, las flechas que recibes, de lo que del amado en ti concibes..."

    Una entra en diálogo con poetas y poesía pero nunca sabe si ha acertado hasta que otra voz siente y confirma y...¡nos lo dice!

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  3. Begoña, ¡cómo la captas! Yo no sabría nunca expresar lo que resulta fascinante en esta mujer, lo intentaría con términos como orgullo, sutileza, contención, libertad, precisión, independencia y no sé cuántas cosas más... y no diría nada. Tú lo haces con la poesía, tu propia poesía, y uno entiende que no hay otro lenguaje para revelar, si eso es posible, a Emily Dickinson Ella es la aristocracia, ya nos entendemos.
    Me encanta
    Y por cierto, no puedes dejar de leer La decisión de Sophie, de William Styron.

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