lunes, 26 de junio de 2017

Informe de Venecia




Máscaras venecianas
 Te acuerdas de que una vez leímos que Venecia provoca  emociones fuertes. O se la ama profundamente, o se siente por ella una repulsa inmediata. Nosotros  la amamos desde el principio, cuando embarcados en el vaporetto que surcaba el Gran canal en medio de una lluvia cerrada, compartíamos espacio con un grupo de turistas desolados, vestidos como nosotros color verde-caturra gracias a las capas impermeables que nos habían vendido en la estación para protegernos de la lluvia.

 Fue un inicio divertido. Eramos un grupo de lo más estrambótico, que no quería perderse nada y pugnaba, todo ojos, por apropiarse de cada columna, de cada balanceo de góndola, de cada puente, antes de que la oscuridad de un atardecer prematuro, se lo fuera tragando todo...

El día siguiente fue el de la Laguna. Confundidos entre venecianos provistos de grandes ramos multicolores, tomamamos el vaporetto y visitamos la Isla cementerio San Michele, donde están enterrados Diaghilev, Stravisnky, Pound y muchos otros exiliados rusos a juzgar por la caligrafía de las tumbas... Luego se nos confundieron  los viajes y las estaciones y Venecia se hizo nuestra.

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Ya sé que tú te acuerdas de la rosa balanceándose junto al Rialto aquella mañana de enero, al amanecer. Yo también. No tengo más que nombrarte San Michele y un poco entumecido por el aire marino de los cipreses verás como yo, apenas desvaída, la difícil caligrafía de las tumbas rusas. También podría nombrarte la luna llena de invierno, sobre san Marcos pero seguro que entonces tus recuerdos volverían a querer entumecerse de nuevo al situarse un momento después de la cita con la luna, en la intemperie del vaporetto enfilando hacia el puente de La Academia y ... entonces, frente a nosotros convertidos en mascarones de proa, desfilarían de nuevo las guirnaldas navideñas  rebrillando suavemente en el interior mortecino de los palazzos...( Te prometí que lo recordaría siempre)

Estoy segura de que si te nombro el Lido no habrá en ti resonancia. Mejor dicho, la mínima que hubiera, se detendría en los salones magníficos de “Muerte en Venecia”, la de Visconti, quizá en el momento mismo que Asenbach mira por primera vez a Tadzio en medio de la magnificencia del gran salón. Yo ,en cambio, ya estoy caminando por la playa desierta en medio del  guijarro grueso, divisando a lo lejos la figura de ese caballero de mediana edad que camina lentamente con su perro y su soledad. Es otro retrato de Asenbach y me gusta como también me gusta la decadencia del hotel de Le Bains y sus ventanas cerradas y la nieve sucia de las veredas…( Tú, no me dejaste quedarme)

Y…si te digo de la Pescheria qué imagen se hará nítida en tu recuerdo Y si..., el Rialto a la vuelta de la Noche vieja, a punto de empezar a subir esa escalera constelada de estrellas bajas …¡ Seguro que no sólo la de tus empeines torturados por el cansancio y la humedad y si... si te nombro el largo paseo por la laguna ¿ será el viaje a Torccello ó la entrada en Venecia por el mar hacia el Rialto? Y si te nombro la luz,cuál será la que acuda ¿la de las últimas horas caminando entre puentes y campillos hacia la inmensa sala de San Marcos o la primera de la mañana del último día? Aunque... tal vez, haya aún otra Venecia que yo no sé nombrar porque esa es sólo tuya y...¡quién sabe! acaso ni tú mismo sepas decírtela!

Sé, lo supe en Venecia, que el amor es esa larga complicidad que hace posible que nuestros caminos vedados puedan ser transitados por alguien más que nosotros.  Aún más, supe que es el amor mismo quien pone las señales para que sea más fácil el paseo sin perderse. Es posible que pueda recorrer los que creo son tuyos. Acaso todo sea una ilusión y lo que yo llamo la Venecia tuya no sea sino la insobornablemente mía y la tuya quede cerrada para siempre a mi imaginación.( Tú no escribes)

Además, en mi visión de la ciudad siempre late solo tu figura. Yo no estoy sino como conciencia que te mira. El tuyo es el único rostro que yo conozco en Venecia. Eres el espejo suavemente empañado de mi emoción. Te veo frente a mí en la "Hostaria del piccolo dolo" alzando nuestras copas en la raya de la medianoche. Te veo saltando gracil al vaporetto la última mañana. Me quedo mirándote repentinamente enigmático y bello detrás de la máscara de la paddura que te probaste en aquel campillo. Pero... entonces y esto también tienes que saberlo, en la bruma de tu mirada repentinamente diferente, empieza la Venecia que yo me inventé para los dos.

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 Me voy de tu brazo, caballero enmascarado y bajo contigo a la más negra  y secreta de las góndolas. Es de noche y no veo al barquero. Tal vez no haya barquero. Quizá naveguemos a la deriva. Escucho el golpeteo del agua, reiterado, sordo contra piedra acolchada ¡Qué delicia es mirar sólo tus ojos! Además, en tales circunstancias sólo puedes decirme lo que quiero escuchar... No te contaré tus palabras (las más bellas palabras, las únicas capaces de saciarme deben permanecer indecibles ) Basta que sepas que el caballero domina todos los matices de la seducción: los versos delicados, las insinuaciones más sabiamente obscenas, las onomatopeyas más delirantes porque... los dos sabemos que el paseo es una farsa. El saberlo no le quita un ápice a nuestro deleite. Nunca terminamos de llegar.  A lo lejos se divisa la laguna, más cerca se adivina la magia. Los dos nos sonreímos porque nadie puede impedirnos subir al salón más elegante y absurdo del canal y bailar toda la noche si queremos, a la luz de las candelas a punto de extinguirse... Cómo te gusto más ¿También enmascarada?...

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Poco a poco, parsimoniosamente, voy armando este puzzle al que llamo Venecia y adivino que en algún momento me daré cuenta de que todo calza. Entonces dejaré de recordar, mejor dicho, de bordar recuerdos y sentiré esa pena indefinible de quien ha llegado al final de su viaje. No importa puedo empezar en cualquier momento si un pequeño talismán me lo permite...

¡Si supieras cuan extraño es eso de querer avanzar y no llegar! Siempre quisiera estar así. De pie en la proa del vapporetto camino al Rialto. Sí, como ahora, en que los dos somos maduros pero aún bellos, dignos protagonistas de las historias que nos gustan. El problema es que ya empiezan a traspasarnos las nostalgias. Sentimos que algo nos atrae de manera cada vez más urgente hacia un futuro que se sumerge. Es el fulgor verdoso de la piedra, son los nombres y el aroma del agua. Hemos elegido un lugar para amarnos que se hunde inevitablemente pero nos gusta su sinuoso y exquisito deslizarse. Pensamos que en lo hondo está ese reino en que se reúnen todas las bellezas de las que nosotros, alguna vez, seremos parte. Nos gusta dormirnos, entonces, abrigados por el barro de esos sueño ¡Es tan peligrosa, Venecia! y tan deliciosamente eterna en su crepúsculo de zombies resucitados por la luna de enero....



1 comentario:

  1. ¡Ay Begoña,cómo compartimos sensaciones emoturísticas ! Yo también amé Venecia desde el principio ¡y pronto volveremos allá ! Abrazos hoy ubetenses

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