Uno de los grandes placeres que proporciona el
sentido de la vista es el del disfrute de las distintas perspectivas que nos ofrece la realidad sensible con solo desplazarnos
un poco como en danza hacia adelante, hacia atrás, un poco a la derecha, inclinándonos levemente, poniéndonos de puntillas y así infinitamente.
En este juego todo se sitúa y resitúa para
volver a difuminarse. La imagen se fija apenas un instante para quedar de nuevo
velada por la vorágine del transcurrir. Quien siente pasión por la
perspectiva sube a lo alto para poder expandir al máximo su
gran angular y hacerse la ilusión de que domina el conjunto. En otro orden de cosas,
es la misma ilusión que se hacen aquellos que creen que lo que piensan es la
Verdad. Se sienten en lo cierto acerca de lo que creen porque su escorzo es más
amplio, porque están más informados, más leídos, porque tienen más años o más
experiencia. Se equivocan.
Lo que en verdad sucede frente a la realidad,
se parece más a esa extraordinaria humildad de los impresionistas intentando
plasmar aquel preciso puente cerca de Arles a la precisa luz de las diez de la mañana de un también preciso día de
julio. Aquella noche estrellada de noviembre. El reverbero del pliegue de un
vestido azul tocado apenas por la brisa de una mañana de mayo en una colina
francesa... y aceptaban mientras movían el pincel rápidos y absortos, que al
minuto siguiente la perspectiva habría ya de una sutil manera cambiado. Sabían
que se apasionaban por algo imposible: atrapar el instante.
Hay una diferencia decisiva entre la perspectiva
del artista o el admirador de un paisaje y la de cualquiera de nosotros frente
al conjunto de la realidad. Ellos pueden elegir el momento o el punto de mira. El
conjunto de los mortales, ellos incluidos, sobre el conjunto de la realidad, no.
Para explicar mejor lo que quiero decir, necesito
que recuerden esa viñeta de Mafalda en la que aterrada ante la visión de su
globo terráqueo siempre con permanente jaqueca, exclama ¡Paren el mundo que me
quiero bajar! Ya sabemos que ni el mundo para ni nosotros podemos subir o
bajar de él a voluntad. Sabemos también que no podemos poner distancia con
aquello en lo que estamos inmersos, cuestión crucial para la perspectiva. Nos
lo sufrimos todo y lo hacemos situados por unas coordenadas que ninguno de
nosotros eligió y de las que no nos es posible sustraernos.
El tiempo y el espacio además de la especie, nos
configuran la mirada. También nuestra intrincada biología y esas circunstancias
vitales que colorean inevitables nuestro paisaje y le ponen el sello de una
complejísima conjunción de elementos que cada uno de nosotros llama YO. Cada
vida es una perspectiva dijo Ortega, el gran filósofo español. Cada ser humano,
un escorzo sobre la realidad.
Así es. La
perspectiva exige y capacidad de movimiento. Me impresiona darme
cuenta de lo exiguo del nuestro. Tal vez solo nos sea dada la lucidez y la
humildad de darnos cuenta y aceptar la absoluta necesidad de practicar la tolerancia
a la hora de pretender ampliar nuestro enfoque. Porque si no somos capaces de
diálogo, si no escuchamos con atención, nunca sabremos lo que se domina desde
otros ángulos. Es necesaria también cierta confianza básica en quien nos
entrega su perspectiva. Las grandes obras de arte, los sistemas filosóficos
valiosos, la gran ciencia es lo que logran: suscitar nuestra confianza de manera inmediata y cuando esto sucede exclamamos extasiados: ¡Es Verdad!
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A veces, muchas veces, cuando el sol se pone como
hoy, en esta tarde de otoño y reverbera sobre el buda de mi abuela, mi mirada
se posa en él con el anhelo absurdo de querer retener ese momento. Sé, sin embargo, que la
luz de mañana será levemente distinta, que nunca nada permanece igual, nada... pero lo intento.
Si amo los buenos libros es porque me dan
noticias de perspectivas que de otro modo hubieran quedado vedadas para mí. Es
así también porque amo esa maravilla de Van Gogh en que dejó reflejada la huella
de aquel lirio a ras de tierra...que contempló aquella tarde perdida en los anales
del tiempo y… que cosa ¡ se convirtió en metafora perfecta de mi anhelo!
Me ha encantado lo que has escrito, como siempre o un poco más. Son muchos los temas que tocas con profundidad y delicadeza...pero el de fondo, de las perspectivas, queda tan bien expuesto con la metáfora de los impresionistas... Siempre han sido ellos unos de mís pintores favoritos...por la luz, por los colores, la pincelada suelta...Al contemplar sus cuadros nunca pensé en la perspectiva vista como tú lo haces. A partir de ahora aún me gustarán más porque añadiré otra dimensión a su obra. Me has recordar los versos de Machado " Busca el tú que nunca es tuyo/ ni puede serlo jamás
ResponderEliminarY estos otros " ¿Tu verdad? No, la Verdad/ y ven conmigo a buscarla/ La tuya, guàrdatela"
Un abrazo!
Muchas gracias. Agradezco la calidad de tu lectura y tu gentileza al permitirme saber que mis palabras resuenan.
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