Todo secreto tiene
fisura, pero mientras se mantenga encapsulado mantendrá su estatus y quedará
“aparte” como sugiere su etimología, porque todo verdadero secreto resguarda
algo que siente como trasgresión el revelarlo. El nivel y el estilo de las trasgresiones es diverso y las
maneras de develarlo o resguardarlo, también. Algunos secretos llenan su nombre
y a otros, les queda grande.
Hay algunos que, en realidad, son trivialidades. Son secretos sin
importancia alguna que tienen más bien que ver más con cierto tipo de neurosis,
que con muestra de exquisito pudor. La vida social se nutre del compartir vida
y el preservarla excesivamente seca la comunicación. Con una persona adicta al
secretismo uno se aburre soberanamente.
Hay otros que son
vergonzantes y sucios por lo que más que silenciarse, debieran ser olvidados ya
que manchan tanto a quien los divulga, como a quien los oye. Se reconocen por
esa especie de vergüenza ajena que recorre el ánimo cuando se desvelan. Si se guardan
es para preservar lo que sentimos puro. Son esas vergüenzas que ruborizan, esas
traiciones radicales… ese lodo.
Existen también los secretos que
resguardan, por así decirlo, la identidad del clan. Ese toque que hace tan
sabrosa la tortilla, esa fórmula de la pomada de la abuela guardada en ollita
de barro desde tiempos antiguos, aquella jaculatoria contra el rayo, aquel
preciso lugar donde se encuentran las mejores setas... Se permite disfrutar a
los extraños de sus beneficios pero no se revelan las fuentes, porque el hacerlo
sería algo así como un pequeño acto de deslealtad contra quien nos los transmitió
en razón de pertenencia. Es por respeto que callamos.
Aquellos secretos en los que esté
presente la belleza debieran ser revelados para evitar el que pudieran perderse, porque con el silencio se perdería algo valioso. El conocerlos puede ser doloroso, pero la herida
que producen es cauterizada por la misma excelencia de lo que se revela
Son los únicos que exigen ser contados aunque, como son secretos de
iniciados, se elige a quién y se guardan a menudo celosamente para que no pierdan
su fuerza hasta que les llegue la oportunidad de ser conocidos. De estos secretos se nutre la poesía.
Pero si se sabe esperar, si se es digno, más pronto o más tarde se haran audibles a nuestro oído atento, imprevistos y deliciosos como fragantes flores nocturnas.
Bonito recorrido por los distintos tipos de secretos y qué suerte tener a mano la discreción de una amiga fiel para descansar un poco. Porque hay algunos secretos que es necesario trasferirlos por supervivencia. Esos también son como erizos, pinchan...
ResponderEliminarEfectivamente. Hay más de algún secreto que necesita ser dicho para poder sobrevivir.Creo que las consultas de sicólogos y siquitras están llenos de personas dañadas por "estos secretos inconfesables"
ResponderEliminarEs entonces cuando vemos lo imprescindible que es la presencia y el oído de alguien incondicional a nuestro lado. Alguien que solo escuche, no juzgue y... calle.
Tus palabras se leen solas. Tienen vida propia, la que tú les das. Descubren a cada lector su secreto íntimo permaneciendo oculto para el resto de lectores. Tus palabras son discretas y elocuentes, encriptadas y trasparentes, pero siempre amigas. Gracias por escribirlas, Begoña.
ResponderEliminarJosé Ramón.
La escritora celebra su vuelta a sus papeles, amigo. Es un gran elogio el que me haces y lo agradezco en lo que vale.
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