LLego a Firenze ya, de alguna manera conociéndola y sin embargo, al pisarla me he dado cuenta de que en realidad, era una perfecta desconocida. Es difícil explicarlo. Por una parte, son todas las connotaciones literarias y artísticas que he traído conmigo...lo que he leído de Miguel Angel, de Maquiavelo, de los Medici, todas las reproduciones que he visto en los libros de arte, todo lo que he oído a los viajeros que volvían...y es así, todo corresponde. El Duomo es magnífico y las puertas del baptisterio de Ghiberti, verdaderamente "las del paraíso". Ambas parecen condensar la excelencia del trabajo, hecho con amor y talento.
El Ponte Vecchio evoca enamorados.