sábado, 13 de abril de 2019

Acerca de refugios y evasiones ....









Desde siempre, me he ido piel adentro sin dificultad alguna. Ha sido un ejercicio que se ha vuelto hábito y, a estas alturas, confieso que ya no distingo demasiado qué pasa afuera y qué adentro.

Ya de niña encontraba alli todo lo que ansiaba. Libros, cuadros, personajes, palabras precisas, miradas significativas, gestos de una gracia infinita... Al principio,  solían aparecer escenas de cuentos que yo variaba a mi manera y  retazos de nanas que se fundían con ilusiones de apariciones y ángeles sobre mi cama.

La adolescencia trajo presencias más apasionadas, más crueles. Heathcliff y su fiereza dieron paso a "El jardín de los Finzi Contini" y su extraña dignidad y  "La noche oscura" de Juan de la Cruz a las deliciosas locuras de "Cronopios y famas". Más tarde, cuando aprendí a sufrir, la "Carta de lluvia" de Teillier fue la música en sordina que me acompañó muchas estaciones.

 Svtstaieva, Paúl Celán, Emily llegaron más tarde repentinos y rotundos. Con su poesía, una atmósfera inquietante invadió la que hasta entonces había sido una  dulcemente caótica habitación de adolescente.

Cuando me hice mujer solía cambiar rosas por lilas. Hubo épocas  en que vacié los floreros por razones aún confusas y me dio por rodearme de ramas de sauco por el tiempo en que leí a Sholomov y sus historias  de Siberia.  Aparecieron y lucieron en su momento "La alondra volando a contraviento" de Van Gogh y "El caballo blanco" de Gaugin,  que dieron paso a Chagall y sus vuelos, y a Munch y sus zozobras, que lucían junto a dibujos japoneses y a bellezas de desconocidos contemplados al azar: un cielo ruso, una marina bretona, unas manchas de Mentxu Gal.

 Tardes enteras  escuchaba hasta el hartazgo a Serrat, el Adagio de Albinoni,  el  de Barber, la obertura de Tannhaüser, romances españoles, canciones de guerra... Cada vez que tengo pena en mi oído, inevitable, sigue sonando Lili Marlen.

Variaba las luces y su intensidades. Cerraba y abría cortinas, contemplaba el vacilante ramaje a través del tul. A veces las cortinas me gustaban ondeantes y otras. cerradas. Al llegar la madurez, dejé desnudas las ventanas para contemplar sin velos románticos todas mis lluvias, mi mar inventado, mi cordillera fija  en una mañana helada de invierno santiaguino.

En realidad mi estancia es ubicua. Puede  trasladar sus cimientos  a La cuesta de San Blas, en el Cuzco para admirar sus techos color siena y sus toritos propiciatorios o llevarme junto al Rialto al anochecer de luna llena o al borde mismo del Pincio cara a Byron.  Hace poco, trasformada en  peniche parisina volví a navegar por el Oise...

 En mi cuarto sostuve, y aún sostengo sabrosas conversaciones. Una de las más duras fue con don Miguel de Unamuno que, como mujer, pretendió condenarme  al "limbo" de lo epistolar. Arrojé  todos sus libros de mi cuarto y le cerré la puerta hasta que me dejé tentar por su "Vida de Don Quijote y Sancho", único libro que sigue conmoviéndome incluso ahora. Me enemisté con Thomas Mann por decadente y ególatra después de leer su biografía y abrí la puerta ancha a Simone Weil que, extraña y extremosa como era, se convirtió en mi interlocutora imprescindible: me enseñó a amar el mundo sin engañarme y yo le sigo siendo fiel.

 Recuerdo que mucho antes de que Simone apareciera, leí exaltada en aquel cuarto "El cancionero" de Petrarca y por un momento deseé ser Laura de Noves  porque era muy joven todavía. En aquella época   "El Cántico" destiló miel en mi corazón de muchacha apasionada convirtiéndose en la música del amor que yo anhelaba hasta hoy.

Piel adentro  se suceden mis actos de homenaje, mis escarnios, mis venganzas hermosas, mi llanto a lágrima viva y puedo rumiar mis fracasos y mis duelos mientras piel afuera mantengo calma y sonrisa.







lunes, 1 de abril de 2019

Conjuro





                                                                                                                 
                                                                                            Para María  ( ella sabe...)



Gotitas de lavanda cogida en la montaña
llama de vela ambar frente a una dama haitiana
fuerza a tu favor en poderosas ráfagas, María

He convocado a las  abuelas esta noche
hemos hablado en torno a una copa de vino
y les conté de ti...

Me preguntaron quién era esa muchacha...

Les expliqué que llegaste a través de un amor
que también les pertenece a ellas...

y entonces te acogieron
te acercaron al fuego, allí donde
 las mujeres nos hacemos poderosas...

Admiraron las flores de tu pecho...
la luz brillante de tu sonrisa clara
tu fuerza de muchachita bregada
y compartieron conmigo sus secretos...

Ya sabes...
Ahora...¡ hacia ti, vuela la magia!