El silencio es respiro, pausa, contrapunto… Pero también es clausura.
Casi siento miedo de bucear en los
entresijos de esta palabra.
Existen silencios exquisitos.
Quedarse en silencio
puede ser la consecuencia de plantarse frente a lo inefable. Aquello
que excede nuestra
capacidad de decir exige un silencio que se convierte entonces en el más profundo homenaje…. Si rebusco entre mis experiencias momentos de
silencio semejante, puedo decir que recuerdo el que me suscitó “La Leona
herida”, en el museo Británico, “La
Victoria de Samotracia” en el Louvre, el que me sobrevino al acabar la última línea de “La
Antígona de Sófocles” Este es “el gran silencio”, el más excelso que me ha sido dado sentir.
Existe también otra manera de callar que es delicia concentrada. Es el
sonido de la campana de la intimidad que bate vuelo y solo oyen los que
comparten una mirada que se ha vuelto locuaz por la fuerza de una emoción que ataca a dúo. Neruda expresó
bien la hondura de este silencio en su poema XV Todos nos hemos callado así alguna vez, a menos que no
hayamos estado enamorados nunca…
Existen otros silencios... Terribles.
El que cuando
sobreviene, hiela al alma y la vuelve
sorda. El mundo y su maravilla se retiran y los días y las noches se
desbaratan. Algo tamborilea obsesivo
allá dentro contra la belleza del mundo que se niega abrir la puerta y el golpe va haciéndose cada vez más
débil hasta quedar... en silencio.
Es tremenda también la
forma de callar del desamor, ese que obliga a huir de una presencia que se ha
vuelto insoportable. El alma debe refugiarse, entonces en un
silencio que es pura caricatura del que un día fue pleno y entonces ... lo corta y hiere
y lo mata como esos piquetitos que decía la Frida Khalo.
Sé también del silencio frente a la impotencia, ese que resuena, pero en chirrido rabioso, que nos obliga a callar y
asentir frente a lo que sabemos con absoluta lucidez que nada podemos hacer,
queriendo con toda el alma poder hacerlo todo... Apuramos con él toda la
limitada condición de lo que somos junto con nuestra insobornable ansia de poder. Ese silencio nos lo bebemos hasta las heces. Quién no ha callado alguna vez así cuando ha sentido que "en la puerta del horno se le quemaba el pan" como decía Vallejo, frente a ese saber que todo lo que queda es... muerte.
Sé del silencio del
desprecio. Ese que es tan elocuente que apabulla al ofensor y le impide
sentirse victorioso. Es un silencio que
se mantiene enhiesto y mira a los ojos clavando un dardo de excelencia en el
corazón mismo de lo que quiere dañar. Es la respuesta gélida de aquel cuya
fuerza se ha refugiado en un interior de granito. Debe de haber mucho de esta clase de silencio
en ciertos interrogatorios, en ciertas cárceles... En esta forma de callar se resguarda, a veces, la
última dignidad del ser humano.
Yo temo irracionalmente al silencio que tuvo que soportar Beethoven e hizo de él un insociable, al que
convirtió a Goya en un pintor de negruras y espantos y, quizá es por eso que
amo los chorros abiertos con derroche, los taconeos nerviosos que suben y bajan
por escaleras de madera, las puestas que se abren y se cierran con un cierto
estrépito, las voces altas y bien timbradas,
las carcajadas y los sollozos.... las manzanas que crujen
Por eso amo a mi xilofón atrapa ángeles en los días de
viento… Porque el silencio más exquisito es en definitiva ”aquello que la música persigue
inútilmente” ... esa música callada que sin embargo suena
Anónimo ha dejado un nuevo comentario en su entrada "Acerca del silencio.":
ResponderEliminarEl lenguaje de los silencios suele ser más elocuente que muchas palabras vibrantes: Atenuar las voces interiores para entender a los demás, oír música sin ruido para sentir, oscuridad para iluminar nuestros dilemas.
Hace una semana pasé por Eunate. Las cenizas de mi madre revolotean allí desde hace siete meses. El aire las mueve en un viaje silencioso y eterno. Solo hablan desde el recuerdo. Gracias Begoña. José Ramón.