martes, 8 de agosto de 2017

Requiebros.








Mi querido lobo:

Aunque no sea lo más usual e incluso un atentado contra la mínima discreción, voy a dejar dicho públicamente y sin sonrojo que me enamoré de usted al más puro estilo de Petrarca: apenas cruzamos la primera mirada. Sí señor. Como todo amor que se precie, el mío fue un amor a primera vista.

Amor rotundo, determinante, lleno de pavor ante la terrible posibilidad de no ser correspondido y por lo tanto obligada el resto de mi vida a cantar en versos procelosos al terrible desamor. No, yo no quería un amor funesto que me desgarrara y al que a pesar de todo, yo llamara bendito como hizo el florentino refiréndose al tormento delicado con que lo castigó en vida y en muerte la distante Laura de Noves. 

lunes, 26 de junio de 2017

Informe de Venecia




Máscaras venecianas
 Te acuerdas de que una vez leímos que Venecia provoca  emociones fuertes. O se la ama profundamente, o se siente por ella una repulsa inmediata. Nosotros  la amamos desde el principio, cuando embarcados en el vaporetto que surcaba el Gran canal en medio de una lluvia cerrada, compartíamos espacio con un grupo de turistas desolados, vestidos como nosotros color verde-caturra gracias a las capas impermeables que nos habían vendido en la estación para protegernos de la lluvia.

 Fue un inicio divertido. Eramos un grupo de lo más estrambótico, que no quería perderse nada y pugnaba, todo ojos, por apropiarse de cada columna, de cada balanceo de góndola, de cada puente, antes de que la oscuridad de un atardecer prematuro, se lo fuera tragando todo...

El día siguiente fue el de la Laguna. Confundidos entre venecianos provistos de grandes ramos multicolores, tomamamos el vaporetto y visitamos la Isla cementerio San Michele, donde están enterrados Diaghilev, Stravisnky, Pound y muchos otros exiliados rusos a juzgar por la caligrafía de las tumbas... Luego se nos confundieron  los viajes y las estaciones y Venecia se hizo nuestra.

domingo, 28 de mayo de 2017

Maleta de Klara...






Las piedras no dicen nada...
ha habido demasiada lluvia desde entonces
Subo escalones bajo
transito espacios
que me dicen que eran...
Veo a lo lejos alambradas Todo me parece
un set de película bien conservado.
Y en una de esas... 
 me encuentro tu maleta, Klara 

Klara Sara
Goldstein
II Rote Kreuz
Gasses

 Pintura blanca sobre piel lo dice
Klara, eras alemana
(ese "Sara" infamante lo atestigua)
Viviste en Austria, en Manesbach
la dirección lo indica.

Sé también que jamás te fue devuelta.

En el fondo
tus zapatos bien lustrados con su trabilla intacta.
 Tu falda plisada de color antracita
y tu chaqueta ajustada a la cintura, encima.
He planchado tu blusa de seda, la del faldoncillo y
la he puesto encima de las faldas al bies...
desempaño el espejo de mano y
enderezo con cuidado el punto de lectura en
la novela de Henrich Mann.
He conseguido recuperar el broche de tu madre
en un anticuario de Berlín y
lo  prendo en la solapa de tu vestido bueno.
( el  negro y blanco de lunares)
Entre la seda de tu ropa más íntima está de nuevo 
Tosca, exhalando su fragancia de
de bergamota y limón de Amalfi...y
la cajita con sus agujas y el dedal de plata y
 tu peine y las medias y el cepillo de dientes
en su bolsa bordada, en un costado.
Están las cartas
(las he puesto al fondo de todo)
Encima la pluma y tu libreta de tapa negra 
Las gafas de repuesto  están enganchadas a ella...

No puedo saber  lo que guió tu mano aquella vieja noche
encadenada a un alba que jamás cuajó en día...
amor necesidad impotencia fatiga
Hay tanta niebla, tanto aullido entre las dos, Klara.

Pero ahora durante está mañana interminable
 sé para qué
he venido a Auschwitz:
 He venido a hacerme cargo de tu maleta, Klara.





sábado, 6 de mayo de 2017

Primavera en Birkenau



Vuelo de vilano...

Verdecían y ondulaban
tilos, abedules, arrayanes, mirto blanco... 
cuando se abrían las puertas 
quizá un vilano acarició una estrella
y escucharon a lo lejos música de carretas...
Un sol adolescente enjugó sus sudores...

¿Sucedió aún en Birkenau?
¿La indiferente belleza vertió su último aceite
sobre los rechinantes ejes de la esperanza?
¿Se pudo musitar aún, un retazo de cuento?
alisar una falda
encasquetar bien una gorrita
atar unos zapatitos viejos?

¿Husmearon la brisa al avanzar y se dijeron incrédulos
es imposible...
                                         ¡no se puede, no se puede morir.... en primavera!?

domingo, 2 de abril de 2017

Tres poetas que hablaron de amor... Juana, Gabriela, Alfonsina




                          En mi repisa hay muchos poetas... muchas. Algunos de sus versos me fueron murmurados desde muy niña. Entre ellos están los de Juana, Gabriela y Alfonsina.

Las tres consiguieron, como dice mi querido Paúl Celan "dar a sus poemas la fuerza de resistencia de lo inmediato" y por lo mismo lograron  eternizar los variados matices de los gozos y sombras de muchas vidas que siguen sucediéndose a lo largo de las generaciones.

Las tres compartieron origen, época y una cierta manera de entender la poesía. Surgieron casi al mismo tiempo con un fulgor que deslumbró a sus contemporáneos. Se impusieron. Las tres fueron hablantes de español y para las tres el poema fue expresión de vida vivida antes que nada y sobre todas las cosas, tal como me ocurre a mí.

Su obra es fácil de conseguir. En cualquier biblioteca o librería medianamente surtida encontraremos antologías de todas ellas. La red es también un excelente medio de acceder a su poesía aunque yo   soy de las que todavía no pueden renunciar a la erótica del papel y al susurro de la hoja que se vuelve mientras leo. Acudo al libro impreso cuando no es la memoria la que me trae sus palabras...

lunes, 20 de marzo de 2017

Emily Dickinson, la poeta lacónica.



                                                              
"Indian pipes", la flor favorita de Emily Dickinson
                                             
                                                                                              

Si existe una poesía que cuesta entender y sin embargo emociona es la de  Emily Dickinson, que nació un 10 de diciembre de 1830 en Amherst, Massachusetts, Estados Unidos y murió el 15 de mayo de 1886  en la misma casa donde nació. Sin sus versos que alguien comparó con huellas de pájaros sobre piedra, habríamos perdido una senda hacia ese mundo inefable que solo a la poesía le es dado transitar.


Se describió ...." soy pequeña como el gorrión, y mi cabello es rebelde como el erizo de la castaña. Y mis ojos como el jerez que el huésped deja en la copa».


 Le gustaba vestir de  piqué blanco, hablar sin que la vieran, preparar el pan de su familia, dar largos paseos con su perro y por la noche en la soledad de su cuarto, escribir poemas y cartas que también son poesía. Es una suerte para nosotros que su hermana Lavinia recogiera sus poemas y se decidiera a publicarlos.

La conocí a través de una película a fines de los años 70. "La decisión de Sophie". Me impactó de tal manera, que nunca he podido leer el libro en que está basada.  En la escena que me quedó grabada, Sophie, recién llegada como refugiada a Nueva York poco después de terminada la Segunda guerra mundial, pide los poemas de Emily Dickinson en su balbuceante inglés  a una bibliotecaria que desde su altura, se empeña en hacer repetir correctamente su petición a esta extranjera que lo ha perdido todo menos la obstinación en balbucir un nombre en el que parece se le va la vida. Al día siguiente busqué, encontré y leí a Emily Dickinson, que poco a poco llegó a calarme con un fuego distinto pero semejante al de  Marina Tsvetáyeva, la extraordinaria poeta rusa.

 La Emily de las cartas vino un verano en no sé que vericueto gozoso.  Recuerdo que me llevé el libro a Sare y que las vacaciones de aquel año quedaron subrayadas por una lectura apasionada y reincidente que me producía un indudable placer.

Quedé deslumbrada por la belleza que desborda inevitable de la secuencia de la línea.  Por ese ritmo discontinuo que produce el  contrapunto de la reticencia, el guión y la certeza de la palabra de pronto fulgurante para volverse de nuevo cadencia mínima.... Me di cuenta del porqué de la tendencia al balbuceo de la poeta cuando hablaba. La cadencia de la escritura y del habla transitan vías paralelas pero semejantes. Emily fue escueta, contenida y vacilante en su vida de adentro, una mujer de murmullos y silencios súbitos, en la de afuera.

  Las cartas respiraban mejor en el primer silencio de la mañana. Cuando aún solo se sentía el frescor de la sombra y el chorro del agua a lo lejos. Las palabras se me mezclaban con el sabor a mermelada de mora y pan caliente mientras lenta, casi parsimoniosa, les iba sacando punta. Leía y releía ensimismada y mientras... se me iban las horas. De vez en cuando, sigo leyéndolas con el mismo embeleso...

-Esta mañana estoy de luto, Susie, porque no tengo una dulce puesta de sol con que dorar una página para ti, ni una bahía azul-ni siquiera una pequeña estancia, muy arriba en los cielos, como la tuya que me haga pensar en el cielo que te daría a ti. Sabes como tengo que escribirte, abajo, abajo, en lo terrestre: no hay ocaso aquí, ni estrellas: ni siquiera un poco de crepúsculo que pueda poetizar- ¡y mandarte!" -

Me encantan especialmente las cartas que escribió a Susan que fue su amiga, luego su cuñada y más tarde aún, la madre de su adorado Gilbert. Fue Sue quien se encargó más tarde de coser la sencilla bata de franela con que vistió a Emily en su lecho de muerte, la que la hizo yacer  en un féretro blanco, adornada de orquídeas y violetas (símbolo de la lealtad) en el cuello y dos heliotropos (símbolo de devoción) en la mano.

Se sabe que  en algún momento hubo ruptura entre ellas. Una distancia que cuajó. Emily lo constata y se lo dice...

"Pocos (amigos) me han sido dados y si los amo tanto que por idolatría me son arrebatados- me limito a murmurar "Idos y la oleada va a morirse en el azul ilimitado y nadie  salvo yo, sabe que uno se hundió hoy. Hemos caminado muy placenteramente- Quizá sea este el punto en que nuestros caminos divergen- entonces pasa cantando, Sue, mientras hacia arriba, por la colina lejana, yo continúo mi viaje." -

 ¿Existe manera más bella de señalar la ruptura?

Sin embargo, hay ciertas relaciones que son sencillamente indestructibles y Susan supo escuchar y responder a su llamada...

Yo derramé el Rocío
Más me quedé con la mañana
Escogí esta  estrella singular
De las muchas que pueblan la amplia noche
¡Sue para siempre!

 Me gustan muchas cosas de Emily como poeta. Su libertad sin estridencia. El que siempre escribiera lo que quiso y como quiso sin aceptar normas ni mentores. Esa indiferencia suya por la publicación y la posteridad que revelan un soterrado orgullo que me resulta cercano. Me encanta su reguero de versos escritos en esquinas de cartas, en dorsos de listas de la compra, algunos, cosidos en forma de cuadernillos sin fechas, sin nombre.. Ese delicioso escribir al hilo de la vida.

Además hay algo en esta mujer que me hace volver una y otra vez a sus poemas con una sonrisa complice: es  la inteligencia y el  finísimo sentido del humor que destilan...

Todas las cosas arrasadas
Eso- es la inmensidad-

dice...

Y también...

Quién no ha encontrado el cielo-aquí abajo-
Fracasará allí arriba-
Pues alquilan los Angeles la Casa de al lado,
Doquiera nos mudemos-


Resguardada entre las fronteras de un jardín que poco a poco se fueron estrechando hasta convertirse en las de su cuarto, Emily vivió una vida anónima e intensa tal como atestiguan sus cartas y poemas. Como buena chica del siglo XIX reverenció y obedeció a su padre, cuidó de su madre hasta que ésta murió, mantuvo algunas amistades muy queridas que le fueron arrebatadas por la muerte, el malentendido o la distancia.
Supo mantener las formas de la cortesía, pero también resguardar "un cuarto propio" en el que no dejó entrar prácticamente a nadie. 

Su biografía es la de legión de mujeres de su siglo y sin embargo absolutamente diferente. Quizá porque ella siempre vivió en las palabras, lo demás (la vida real) eran interrupciones y tenían una importancia relativa.

Dicen que se enamoró de un reverendo, pero lo cierto es que no hay ninguna constancia ni en sus cartas ni en su poesía. Lo que sí es indudable es que amó a su perro Carlo, a las arañas y sus magnificos telares, al ratón de la despensa, a la Biblia, a las "pipas indias", a los lirios y al color blanco... Con ese fluir de amores entrelazados se mezcla el tornasol y la borrasca de sus días. La naturaleza que se le transfigura continuamente, sea tal vez lo que le permite hablar de la muerte y con los muertos con una naturalidad  sabrosa porque al fin de cuentas...

Un hoyuelo en la tumba
Hace de ese feroz recinto
Un Hogar-

Lúcida, lacónica, profunda como un pozo de agua quieta supo que

Ver el cielo de verano
Es Poesía aunque no esté en un Libro-
Los verdaderos Poemas huyen-

 De lo que Emily dejó escrito, emerge una intensidad que por su misma fuerza no puede ser resistida sino muy brevemente. Tensa el arco hasta el límite.

 Vivió inevitablemente entre el éxtasis y la agonía pero siempre con una sonrisa distante, educada, casi gentil. A veces me pregunto si habrá  sabido contestar alguién a esa sutileza candente suya con el mismo nivel de desmesura. Creo que no.

En su última carta me conmueve la esperanza...

"Primitas, me reclaman"

                                            ¡Espero que haya sido la desmesura, Emily!

domingo, 19 de marzo de 2017

Ramas de castaño en flor




 
 
Ramas de castaño en flor
(Auvers sur Oise, 1890)


Y.. .¿son del sur o del norte?
¿Dónde situaremos la delicia?
Espejismo bendito
de nuevo cuajado por un algo

que se niega a negar lo simplemente bello.
Por más que condenado
por más que fuego fatuo
anotado con temblor y reverencia.

Y no. No son del sur.
Tampoco el norte manda su heraldo
de tibia primavera…¡no!

Es el misterio de un anhelo humano
que se crea la patria
por puro desconsuelo de lo eterno
en una rama así siempre…florecida