Tal vez el olfato sea el más complejo de los sentidos, aquel que guarda la llave maestra de todos los sentires atesorados en nuestra memoria poética. Quizá sea ésta la razón por la que se le llame, el sentido de la nostalgia.
Un preciso aroma puede acertar en el punto más sensible de nuestro mapa emocional y dejarnos inermes frente al dolor o alegría abrumadores que nos brotan a su conjuro, como no pueden hacerlo ni la imagen, ni el tacto, ni el sonido.
No es extraño que en Proust, lo que rompiera el dique de su olvido y permitiera el ubérrimo desborde de su ”tiempo perdido”, fuera aquel sorbo, no de cualquier té, sino de aquel preciso que se atesoraba en la casa de Cambray y que empapaba el bocadito de magdalena que le era ofrecido cada domingo por su obsequiosa tía y que grabó así en él sin intención alguna, aquel delicioso perfume de la infancia, que a nadie le es dado elegir.
Para mí la dicha huele a crisantemo amarillo y a jabón Le Sancy.
Mi infancia toda huele al bouquet imposible de hortigas mojadas, polvo soleado, a castañas humeantes, puertos y hierros retorcidos, a humo de hojas y sudor de niña en una proporción que solo mi nostalgia sabe…
El dolor huele a ”L´air du temps” de Nina Ricci y por eso lo he desterrado de mi vida. Sería fácil matarme con un pañuelo impregnado en su aroma. Sí… me moriría de pura pena.
Soy fiel a mi DK, porque ha quedado adherido de tal manera a mi piel, que sé que me evocará en ausencia, indudable y poderoso… ”Son tus perjúmenes mujer, los que me soliveyan” … Si, señor. Eros tiene un olfato sutil…
Tampoco soporto que otro que no sea el hombre que yo quiero, huela a “Farenheit”…me desconcierta. Los aromas debieran ser exclusivos, pero aunque no lo sean, la particularidad de nuestra química los personaliza. Nuestra exquisita nariz reconoce siempre el fraude. El olfato no engaña donde engañan las palabras.
Las fragancias son fuente de placeres secretos y de vivencias casi intransferibles… siempre que retorna la primavera y camino mi calle sombría, una que habita en mí se encabrita y se echa a correr con el corazón desbocado de los siete años frente a esa poderosa mixtura de tilo en flor, madreselva mojada y ligustre salvaje …respiro con toda el alma mientras camino, porque así recobro la magia de la vida en su instante de mayor gloria y como sé que se quedará conmigo mientras la huella del perfume dure… el ramaje inunda mi habitación, del aroma del más poderoso deleite para mí…
Nietzsche decía que la inteligencia estaba en la nariz. Aquel rescatador del instinto, tenía claro que nuestro olfato es insobornable. Como en aquellos lejanos días, la fiera de la que aún quedan vestigios en nosotros asegura nuestra supervivencia… por lo menos nos pone en guardia o nos desarma frente a lo que nos acontece…el olor nos avisa de que el gozo se acerca poderoso, de que la pérdida sobrevuela, de que todo puede volver a traición en un momento impreciso, a poblarnos de fantasmas delicados o terribles…
Hermoso catálogo de perfumes-sensaciones el tuyo Begoña. Yo también soy de los que respira paisajes y recuerdos cerrando los ojos. Cada uno tenemos nuestra propia gama de secretos asociada a lo que nos da en la nariz. No sé si Nietzsche tenía razón pero yo sí estoy de acuerdo contigo el olfato guarda la llave maestra de todos los sentires…
ResponderEliminarMuy buena clase de aromaterapia la tuya, sólo su lectura huele tan bien…
Un Abrazo.
Más que "tus perjúmenes,mujer" lo que "me soliveya"es tu forma de compartirlos,de embriagarme en una mañana en la que esa amiga tuya,la higuera,me regala con mayor intensidad su perfume que hasta mi ventana trepa !qué importan otras connotaciones por las que tambiñen quise desterralo de mi vida¡
ResponderEliminarComo siempre,gracias,Begoña,por empentarme a ir #aporeldiamasrisueño...y lleno de aroma
Bonito artículo el tuyo, amiga. Bonito por evocador, porque basta hablar de aromas para que sin tenerlos cerca vengan a envolvernos. Y en los minutos que te he estado leyendo, me han ido envolviendo aromas de hierba mojada, de libro nuevo, de goma de borrar, de pelo recién lavado, de tierra, de sal, de tabaco... Pfff. Impresionante la de aromas que tus palabras me han traído.
ResponderEliminarUn saludo muy cordial.
El olfato nos conectó durante milenios con la naturaleza que nos rodea. Sabíamos distinguir a distancia todas las plantas y animales y sus propiedades sin conocer sus nombres. Hoy todavía podemos practicar algunas de aquellas habilidades. Leyéndote, Begoña, me has mostrado jardines floridos y deleitado con sus atrayentes fragancias. Dejándome llevar de tu mano, he descubierto algo insólito: los cuadros de Van Gogh huelen. Sorprendido por el descubrimiento he vuelto a contemplarlos y todos tienen su aroma distintivo. Crisantemos amarillos, girasoles, un fumador de pipa, humos negros de fábricas oscuras, unas viejas botas, campos de trigo, flores, muchas flores. La potencia de tus palabras me ha despertado recuerdos olvidados, placeres desconocidos, mundos cercanos por descubrir. ¿Cómo agradecerte, Begoña, tantos regalos? Muchas gracias. José Ramón.
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