Mis brazos se han vuelto convulsos
Ni siquiera clarea un parpadeo
de candil, mi mirada
Me volví vagabunda de mí misma
Y sin atisbo de luna.
me estrello continuamente entre la sombra...
Antes mis brazos trenzaban
recibía miradas como hojas de sauce
y el austro mecía verbenas y granadas
Solía ser entonces dulcemente acechada
apresada con ansia
mantenida en calor de certidumbre.
Pero llegado el tiempo...
un frío gélido se volcó sobre mí
como si la tramontana, el ábrego y el pampero me abatieran juntos.
Me convertí en tierra de nadie:
en árgoma, escaramujo y leña
El tiempo bíblico se cumple inexorable
(El Eclesiastés no se equivoca)
"Hay tiempo de abrazar y tiempo
de que los abrazos... caigan"
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