martes, 1 de octubre de 2024

Lluvias






 La lluvia cae a borbotones en un barril que rebosa. Nunca he vivido directamente la imagen: se me coló de algún libro infantil y así, a chorro, tersa y un poco azulina, sigue lloviendo sobre mi memoria cada vez que la evoco.

Pero mi lluvia vivida es la del norte. Es la que me mojaba camino del colegio, la que resbalaba suave por mi capa acharolada, la que duraba todo el día y casi ni se escuchaba de tan suave.

La lluvia pone rúbrica al verdor de mi infancia y a ese aroma indescriptible que rezuma de tallos gruesos y hojarasca mojada, que hace querer volver a casa, pero sin quererlo realmente. Es suficiente con divisar el humo de alguna chimenea para que el deseo se mantenga sin volverse ansia y seguir chapoteando un poco más.

Me encanta el brillo de toda lluvia, su suntuosidad bifurcada en regueros sobre el asfalto. Su inevitable capacidad de evocación.

Así vienen también otras lluvias; más fuertes, pero igualmente impregnadas de memoria. LLuvia sobre plazas y patios pobres. lluvias que destrozan malvas reales y siegan geranios plantados en tarros herrumbrosos. Lluvia sobre el Pedagógico de Santiago y el pabellon que miraba a Avenida Grecia mientras alguien desgranaba las sílabas de un verso ¿ sería de Arteche? Lluvia sobre la antigua biblioteca, mientras leía a Unamuno.

Lluvia en El Puskhin acompañando el sabor del cafe malo que duraría toda una tarde, mientras la música de Love History volvía las mesitas de palos quemados, escenario perfecto para el romance siempre a punto de producirse. Lluvia de juventud

Adoro las lluvias de algunos libros. Ver llover en Macondo y sobre el arce de Anna Ajmátova. Seguir las lentas  carretas que transcurren sin pausa en los poemas de Teiller y empaparme con su Carta de lluvia.

Hay lluvias de una intimidad de pasos juntos, manos en la cintura y largas detenciones en los aledaños del Municipal de Santiago...¿Recuerdas?  Las citas que me  quedaron fueron siempre con lluvia y paraguas. A los dos nos daban pena las estatuas de lo felices que éramos...

Hay lluvias, sola. Desde la ventana de mi cuarto sobre los tilos, caminando hacia Ondarreta mientras escribía cartas sugerentes, inventando metáforas, descartando adejetivos, Atenta solo al fulgor apagado del horizonte al fondo.

Llover, llover. Sentirme húmeda y rizada. Lavada por una lluvia que está más allá de toda lluvia y siempre se me resuelve en bautizo y bendición. 

jueves, 19 de septiembre de 2024

Final de verano.





Empezó setiembre y el pueblo se quedó vacío.  El silencio empezó a vagar por las calles y las cuestas. El aire adelgazó y se volvió casi transparente algunas mañanas frías.

Intenté cosechar la uva, pero como siempre quedaron racimos que terminarán lloviendo como mosto sobre el patizuelo, cuando yo ya me haya ido. Este agosto a pesar del calor de algunos días, la uva no alcanzó a dorarse,  por eso este año, no tendremos pasas.
Hice mermelada de uva  que espesé con manzana después de despepitar cada grano, en una tarde eterna en la cueva. La dejé guardada para el Tiempo de Navidad.

La casa también volvió a la quietud.  Las cosas fueron recuperando sus lugares habituales. Volaron los libros y se apilaron en los estantes de las habitaciones. Cada uno supo cuál era su sitio de invierno. Algunos versos quedaron señalados con alguna que otra página doblada.
Los juegos de los niños volvieron a entrar al arca ordenados y juntos.  Los cojines de la cueva suspiraron, cada cual en su querencia habitual bien abullonados y dignos. Se enderezaron la golondrina y  el caballito de mar en la entrada...
La cubierta del sofá de “La salita de invierno” fue alisada con esmero.  Las sábanas fueron retiradas, lavadas y secadas a un sol que las dejó frescas y un poco lustrosas… 
Se colgaron de las vigas del Alto, enormes manojos de cedrón y de salvia. Bajo ellas, quedó extendida la cosecha de almendras.
Los gatos sintieron más  fuerte la llamada de las rodillas y acudieron dóciles al ronroneo y al sueño largo.

Setiembre es un mes lento, íntimo, acompasado. Permite volver a recuperar el tiempo real de las horas perdidas en el guirigay del verano y sus dias, restañan  con cuidado las pequeñas heridas de agosto. 
Observar al colirrojo que baja a beber al fondo del jardín, seguir  con calma  el vuelo alto de las últimas golondrinas, asistir al juego de las manchas tenues que dibuja el atardecer sobre los almendros lejanos, suaviza  el ánimo. 

Setiembre ayuda a recuperar ese tono vital que es cualquier cosa menos marasmo. Es como si nos dijera-  Es la hora de volar como el buitre sobre El Mediano! ¡Hazlo con calma!

Cada día, cuando empieza a anochecer, abro la reja para seguir con mis amigas la cuesta que sube hacia La virgen del Monte y bajar después de detenernos en cada casa ruinosa, en cada corral, en cada solar con traza de haber sido alguna vez ocupado y, desgranar su “heráldica" tan vieja como el pueblo  Constatamos el terrible abandono al que la oscuridad creciente y el asomo de la luna siempre embellecen y dan misterio. Luego, calles abajo, escaleras abajo, con cuidado, tropezando a veces, terminamos en el cono de luz que vuelve aún más sombrío el Parque de San Gil y allí, iluminadas en medio de la penumbra, conversamos sentadas en los bancos “ arcoiris” como solemos hacerlo las mujeres que ya sabemos quiénes somos : rememorando, soslayando, compartiendo… Callando de repente con la certeza de que después de hablar tendremos menos frío y de que nos habremos entendido perfectamente…
Suena la campana de San Gil. El aire nocturno vuelve locuaces a los chopos verdes todavía. Las luces a lo lejos se vuelven invitantes. Toda sombra, todo paso  adquieren una indudable presencia… 
La reja cruje de nuevo al abrir.
Aspiro  el aroma de mis matas de cilantro y perejil que se irán conmigo cuando me vaya. Me gusta quedarme un momento bajo el farol de la entrada para leer la baldosa esmaltada que anuncia que ésta es “La casa del vino”
Y … cuando por fin cruzo la puerta verde, en la soledad del zaguán el ángulo mágico que reverbera al fondo, me llama suave y yo acudo serena, porque ésta es mi casa y mi casa, estos días del primer  setiembre, con sus fisuras, su parra y su cueva, es sólo y únicamente, mía.

domingo, 11 de agosto de 2024

La Gracia y eso que llamamos Mal...

 



A veces un gorrión tiene suerte.

Un gato tiene suerte

Un niño…

Una mano  los cuida.

Esto es la Gracia y existe

como existe

la mano que arroja la piedra

La patada

El pisotón...

La Gracia

Y esa cosa sobreabundante 

y oscura

Que destroza plumitas

Que revienta cabezas

Que aplasta mariposas

Se rozan a lo largo de los tiempos

y las generaciones...





sábado, 3 de agosto de 2024

Luna en sordina




Viene baja

Viene tarda

Viene herida la luna

Le cuesta transitar el Mediano

La he mirado largo está noche de vela

Se detiene a menudo

Algo le cuesta…

Viene dorada, tal vez

en alguna caída

se le pegó la sangre

de una lejana playa palestina…

Y luce sin embargo

¡Tan hermosa!

Ámbar y grana allí

a mí vera

llenando la gasa y

la parra de congoja.


Una nueva belleza

Inunda el cielo cerverano

Mientras ella, 

camina hacia Pedralen

cómo en sordina


miércoles, 15 de mayo de 2024

Noche sin lírica

 

Quiéreme, quiéreme, quiéreme!!
Como un desgarro el ruego
rompe la noche clara
pero la voz…  no sale

Hay un falso rielar 
hoy no es noche de luna.
Una sombra se mueve
al fondo de la calle…

He desesperezado mi empeine 
luce la uña roja iluminada apenas..
Quiéreme, quiéreme…
detente oscuro, al borde de la reja
No sé quién eres
¿vienes acaso de un planeta recóndito
a despertarme el ansia esta noche sin lírica?    

miércoles, 1 de mayo de 2024

Paisaje nocturno en Cervera.







Por la ventana el susurro furtivo
de la parra... 
Un tañido: será la media hora,
La luna ha dejado la huella de su estela: es noche joven aún.
Hay un blancor chiquito durmiendo junto al gato.
Un gris dulce acaricia el borde de mi sábana …


A esta hora suelen musitar los retratos


Los de plata son los más elocuentes
Los de madera callan, pero escuchan atentos
La mujer golondrina es tinta china ahora al lado de mi cama.
Ella no necesita hablar: me la sé entera


Es suave navegar en mi pijama chino…


Sentir ese calor domesticado
por la hora, acariciando cuidadoso mis empeines y subir a mis sienes

cómo una mano amiga…

miércoles, 17 de abril de 2024

Porque es noviembre.





Agradeciendo uno de esos regalos (música y montaje) qué son para siempre.


 https://youtu.be/y5i0NPVvMsI?si=a5uhIJGaFkAFENlm