La hechicera.
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Atardecer |
Y de pronto, este agosto...
mi cabellera que ha caído mal cortada;
me anuncia que tengo que marcharme
sin ni siquiera mi antiguo brillo de delfín como trofeo.
Donde voy no habrá ... ni ofrendas
ni mano en mi cintura
ni piel de león
tampoco más requiebros,
ni collares .....
Antes de dar la espalda me desvisto;
toda mi gloria
es un montoncito irrisorio de luz...
allí, a mis pies
Me voy
a aprender lo que queda del día ...
tal vez, al promediar la noche gozaré bajo un sol japonés
gemelo de mi única riqueza;
esta pobre sonrisa ensimismada.
Tu poema está hecho de hermosas frases reducidas hasta quedar en su esencia como si fueran embrujos de magas o formulas de sabios o el néctar de todas las flores. Una letra más rompería el equilibrio armónico de tus versos. Una sílaba menos y ya no sería poesía.
ResponderEliminar“Esta pobre sonrisa ensimismada” no puede ser producto de una inspiración sino la foto instantanea que describe un sentimiento propio de poetas.
El Eclesiastés no dice “ματαιοτης ματαιοτητος και πάντα ματαιότης” pensando en las poetisas. José Ramón.
Y ..."el verso cae al alma, como al pasto, el rocío " dice Neruda. Yo te diría, José Ramón, que tu hermoso comentario ha sido mi porción de rocío de hoy y...qué frescura y gratitud se siente en estos días de canícula!
ResponderEliminarDonde voy no habrá ... ni ofrendas
ResponderEliminarni mano en mi cintura
ni piel de león...
como siempre,gracias,Begoña,de parte de esta leona
No será tu mes preferido, pero agosto te ha inspirado dotándote con la magia de una auténtica sorgiña de la palabra. Es embrujador el poema, escaso pero lleno de luz.
ResponderEliminarUn abrazo Begoña
Gracias, Oscar. Yo ya lo tengo comprobado; cuando estoy peor...¡escribo mejor!
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