Para Amaia, etxekoandre de Uhartea, en Sara
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Sara |
Este
pueblecito de Lapurdi situado en la linde con Navarra y actualmente
perteneciente a la demarcación llamada “de los Pirineos Atlánticos”, está
considerado oficialmente como uno de los más bellos de Francia, lugar obligado para turistas que en verano casi lo toman por
asalto.
Visitan su
iglesia de San Martín donde duerme Axular, padre de la literatura en euskera, recorren
las grutas donde se cuenta que en tiempos antiguos se refugió el hombre
prehistórico junto con el oso, compran el famoso pastel vasco; macizo y sabroso
bizcocho relleno de crema o confitura, admiran manteles, delantales y todo
tipo de objetos adornados con las típicas líneas gruesas y finas propias del
diseño textil vasco… Suben a Larrun ( el monte ancestral) en el trencito de
cremallera o caminando de buena mañana con makila (bastón) y ganas. Transitan el camino
de los contrabandistas a Zugarramurdi o simplemente dejan pasar el tiempo en la
plaza frente a una cerveza y una conversación trufada de monosílabos que
parece retrotraer ese tiempo que apenas parecía pasar de tan suave …
Pero cada
lugar tiene algo así como una impronta poética que jamás aparecerá en ninguna
guía turística y que se adhiere o no a nuestra memoria, siguiendo unos caminos
intrincados de los que nadie sino nosotros sabe. Si ese sello poético se
produce amaremos ese lugar y si no ocurre as
í, simplemente resbalará de nuestra
conciencia. Yo amo Sara.
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Reloj de la iglesia de Sara |
La torre de
su iglesia luce junto al reloj una sentencia en euskera que posiblemente se
repita en otros lugares, pero que yo leí y me tocó fuerte allí.
“Oren guziek
dute gizona kolpatzen azkenekoa du hobirat egortzen”
“Todas las
horas golpean, la última, mata.”
(Me gusta más mi traducción que la literal)
En su
cementerio duerme Zalacaín, aquel joven contrabandista guapo y osado,
cuyos avatares a uno y otro lado de la muga (frontera) hizo imperecederos, Baroja.
Si uno pregunta a los lugareños en qué lugar
exacto está, seguro que ponen cara de interrogación y más de alguno sonreirá
socarrón, pero yo os digo que en uno de los ángulos, hay una tumba guarecida por una reja , en la que hace unos
veranos pude ver el esqueleto de un par de rosas. La huella de quienes lo
amaron y ya también reposan bajo tierra, continúa visible para quien la quiera
ver…esa es la tumba de Zalacain, el aventurero.
Y...si dejamos
la plaza y tomamos el camino que nos conduce en dirección a San Juan de Luz,
nos encontraremos además de con esos verdes luminosos y profundos llenos de melancolía, que son
la seña de la tierra, con antiguas manifestaciones de su
intrahistoria que irán saliendonos al paso… el lavadero techado de lajas de pizarra, donde ahora,en su agua
oscura y deliciosa, nos mojamos las manos al pasar, la capilla en crucero que
marineros que volvieron sin novedad de Terranova erigieron para agradecer la
protección recibida… Vemos a lo lejos pomares, robles,
castaños, avellanos que suben y bajan por las colinas…a nuestra vera se asoman flores simples, casi escondidas entre ortigas y
hierbas largas de tallos sabrosos en la canícula de agosto…El aroma del campo
vasco es inconfundible; siempre esa nota untuosa de humedad concentrada,
cuya proporción con los demás elementos que lo forman, solo la nostalgia sabe
calibrar... Una vez que dejamos el camino
real, seguiremos la senda que solo transitan ovejas y aquellos que vamos a Uhartea.
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Uhartea |
Etxea
( la casa) en Euskal Herria, diga lo que diga algún poeta, es siempre “la casa de
la madre”. Sin madre la casa se cae. Los caseríos vascos son casas de brazos
abiertos, y Uhartea los tiene en un
ángulo que es metáfora pura Ya antes de llegar,simplemente pisando sus tierras, se siente poderoso el abrazo. Situada
de cara al noroeste, aprovecha la protección que le ofrece la montaña de Larrun
y como los vientos fuertes vienen del suroeste, ninguna de las ventanas del
caserío tiene esta orientación, solo pared de piedra sin fisuras es la espalda adusta y cerrada de
la casa.
Su primer registro corresponde al 1505 y su
primera etxekoandre (señora de la casa) fue Maricoun Duhart. La sucesión de
dueños se ha desarrollado sin rupturas a
lo largo de la historia hasta hoy en que su etxekoandre es por razón de
matrimonio, mi hermana Amaia.
Si intento
imaginar la casa en sus orígenes y el campo que la circunda, se enciende en mí
el relato de los libros de Barandiarán, el gran etnógrafo vasco. Veo ondear el lino, plantado el día que nació
la hija de la casa y que con el tiempo serviría para que ella hiciera su ajuar.
Imagino la oscuridad y el frío del interior. El fuego del lar encendido de día
y ya solo brasas por la noche… La familia reunida en su entorno; los viejos más
cerca del fuego, los más jóvenes, más lejos…Veo humear el caldero y las camas
abiertas, siguiendo esa bellísima tradición según la cual, cuando sus ocupantes
se levantaban para sus quehaceres, los ángeles acudían a dormir al calor de los
cuerpos de los vivos. Imagino al marido lejano en Terranova, en una faena que
llevaba muchos meses… Imagino a la madre en el huerto, con la laya hincada y
oteando de vez en cuando al horizonte, lavando en el lavadero, alimentando y
sacrificando a los animales, ordeñando y siguiendo hora tras hora la tarea
asignada por la necesidad, con reciedumbre y silencio. Imagino por fin a la
amandre (abuela) si la había, encargándose del puchero, de curar las heridas, de
educar a los niños y brindarles el cariño de esas canciones ancestrales en las larguísimas
noches de tiniebla…Les hablaría también de brujas y aparecidos, de las lamias a
quienes engolosina la leche…
Recogerían las
manzanas a su hora y las pondrían extendidas en el granero para que no se
perdiera ni una, harían sidra… y por la noche ¿qué harían esas noches en que
la luna llena apacigua la angustia de la tiniebla cerrada?
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luna llena |
Amaia y yo
miramos hacia los campos apoyadas en el pretil de la más alta de las ventanas
del caserío…comemos manzanas mientras disfrutamos de la luna de agosto. La
belleza emerge del paisaje como una llamada. Sentimos el tenue perfume de la
glicina y el susurro de la morera justo debajo nuestro… Creo que fue entonces,
noche de luna llena, de manzanas y abandono gozoso cuando empezamos a hablar de
brujas…
Aquella
época terrible en que se mataron los gatos,
proliferaron las ratas, se extendió la peste y que fue inmortalizada en los cuadros del Bosco y Breguel, el viejo, fue el tiempo de aquellas mujeres a las que se temió y persiguió encarnizadadamente siglo tras siglo.
Se
piensa que en el País Vasco, las brujas, fueron especialmente perseguidas pero no fue así.
Es extraño, consultando datos históricos que consignan más de 100.000 víctimas
a causa de las diversas persecuciones que se llevaron a cabo en Europa. Leo que los países que se
llevaron la palma en la caza de brujas fueron Alemania, Polonia y Francia.
España y Portugal, por el contrario, fueron los lugares en los que menos se las persiguió y sin embargo, la bruja (sorgiña) ha quedado adherida como una impronta de esta
tierra. No se puede transitar por Sara, Ascain, San Pé, Zugarramurdi sin
recordarlas. A uno y otro lado de la frontera los mitos y leyendas sobre ellas, proliferan.
En todos los
casos, el inicio del terror surgió siempre del interior de los
propios pueblos. Fueron las propias autoridades locales, empujadas por el miedo
de los vecinos, las que solicitaban ayudas estatales para combatirlas y
extirparlas de la comunidad. La acción nefasta de las brujas se consideraba directamente
relacionada con las desgracias seculares
del país. Los navíos que se perdían camino a sus faenas, las cosechas que no medraban
por causa de la sequía o el pedrisco, los animales que caían víctimas de epidemias...Aquel año, en que la cifra
de lo soportable se sobrepasaba, la chispa del miedo se encendía y volvía la
mirada de las gentes, errabunda y desconfiada. Esa profunda necesidad universal de
encontrar una razón culpable de todo mal se hacia presente, exigiendo reparación…Era
entonces en que todo lo que se sintiera diferente y de una cierta manera, oscuro
y poderoso, estaba perdido.
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Quema de bruja |
La alquimia
del proceso era compleja y difícilmente explicable si queremos reducirla a
términos puramente racionales.
Hubo causas
comunes a ambos lados de la muga puesto que la cultura era la misma. Se sabe que en las montañas y valles de
Euskal Herria, el Cristianismo que fue de implantación tardía, convivía con
tradiciones y creencias antiguas que se han mantenido prácticamente intactas
hasta ayer y con las que frecuentemente entró en colisión la religión, de una
manera quizá no conscientemente reconocida. Eran dos estilos de entender el
mundo profundamente diferentes. Uno, realista y afincado en el presente, el
otro, sacrificial y apostando por el futuro. Como hubiera dicho Nietzsche, lo
apolíneo y lo dionisiaco en precario equilibrio, convivían en aquellos valles y
montañas.
Los ritos y
creencias tenían la ambigüedad de la propia naturaleza. A la vida
corta, penosa y oscura de las gentes, se ofrecía a veces como compensación la
explosión en una especie de jolgorio colectivo que se producía ritualizada en
esos momentos en que también la naturaleza se vuelve ubérrima. Era entonces
cuando en la comunidad emergía la música y la danza; la sidra que desborda las
jarras, la comida se volvía banquete y también el frenesí del abrazo por pura
gana…Participaban todos sin distinción
de sexos o edades.
El
cristianismo trajo la culpa. La alegría y la desmesura se volvieron
sospechosas. El mal anidó en la carne y lo que hasta entonces había sido una
pura expansión vital, se volvió pecaminoso. Lo diferente se
volvió sospechoso y todo lo que estuviera teñido de alegría y desmesura estuvo en peligro.
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Akelarre |
De acuerdo
con la mentalidad esotérica de la época se establecieron “las señales del
diablo” Lunares de forma extraña, ausencia de lunares, malformaciones, belleza
o , fealdad fuera de lo común, puntos insensibles y…sobre todo “aquel lunar en
el blanco del ojo izquierdo” seña inconfundible de la bruja marcada
personalmente por Satán, que había que descubrir en los heraldos del mal.
En el País
Vasco se recuerdan dos momentos especialmente traumáticos en relación a la caza
de brujas y ambos se produjeron en torno a 1610 en dos lugares muy cercanos
entre sí, pero que pertenecían a las jurisdicciones de diferentes estados. Uno,
el célebre proceso a las brujas de Zugarramurdi que culminó en el Auto de fe de Logroño, que
involucró a la corona española. El otro, el que se vivió en la zona de Lapurdi
y que hizo tristemente célebre las piras del castillo de Saint Pè, cuyo responsable fue el estado
francés.
En las
hogueras murieron hombres y niños. Civiles y sacerdotes pero sobre todo
murieron mujeres; jóvenes y viejas. Sus edades oscilan entre los 16 y los 80
años. La mayoría, mujeres viejas a las que en lengua vasca se
llamó sorginak pero... ¿por qué?
Es probable
que hubiera una serie de causas comunes que se matizaron de acuerdo a la idiosincrasia
de quien juzgaba.
A ambos
lados del Pirineo, a los ojos de los foráneos, la mujer vasca se hacía extraña
por el conjunto de rasgos sociales que la caracterizaban desde muy antiguo.
Frecuentemente era la heredera y dueña de su casa con capacidad de representación
en los concejos y la que decidía los asuntos concernientes a la economía familiar con pleno
poder de ejecución. Una mujer acostumbrada a hablar en nombre de los suyos. En el caso de Lapurdi, a los ojos de funcionarios centralistas que querían
terminar con los privilegios que lesionaban los intereses del estado, su autonomía fue algo
que se reveló como altamente sospechoso. Lejos los hombres durante largos meses en Terranova, en busca del purísimo aceite de ballena que iluminaba las noches de Europa, ellas gestionaban sus propiedades con pleno derecho. En manos de la mujer
estaba, además, la regulación de los nacimientos, la salud y el cuidado tanto de los vivos, como de los muertos,
La mujer vasca era una
mujer poderosa y se la respetaba. Un
cristianismo de vía estrecha en que la mujer era siempre sospechosa de heterodoxia y tentación y a la que se exigía sumisión pública y privada frente al hombre, la ideología generalizada de los estados que las juzgaron, tenía que chocar irremediablemente con cómo eran ellas.
Otra de las
razones que operaron en el inicio de al menos una de "las cazas" y que generó en psicosis
colectiva fue la codicia ya que indudablemente era una buena manera de hacerse
con propiedades o ganar litigios, promoviendo sospechas de las cuales era
imposible defenderse.
La prueba de inocencia era cuestión del
acusado no del delator y yo agregaría que en esta cuestión poco valían los
hechos sino la imaginación y las conjeturas. Quien era señalado estaba perdido.
En muchos casos las propias víctimas aceptaron una culpabilidad de la cual a
fuerza de ser acusadas, terminaron de convencerse. No en vano se dice que
terminamos siendo aquello que se reitera que somos y si se hace en
estado de indefensión y en idioma
extraño, mucho más. La historia es rica en ejemplos.
En Zugarramurdi, en su "museo de las bujas”, a través de las
distintas exposiciones de grabados, utensilios, ropajes y documentos de época, se intenta de
alguna manera racionalizar el fenómeno de la persecución. Hierbas, ungüentos, palabras, costumbres están bien reseñadas. Observamos la imagen
de la cocina, del fuego que no se apaga, vemos las hierbas puestas a secar,
los signos solares (cardos rastreros) sobre las puertas, el blanquísimo mantel propiciatorio
y las velas de los antepasados frente a las ventanas. Las fiestas comunales, el
comer y beber se reproducen en imágenes llenas de vida. Los irrintzis, (gritos ancestrales)
las danzas, el idioma; ese euskera bárbaro a los oídos españoles y franceses
que venían a juzgar…Sí, las brujas hablaban en euskera. Ni las entendieron ni
entendieron. Se llamaban María de Arburu, María Baztán de la Borda, Graciana
Xarra, Maria Echante, Petri de Juanjorena, María Zozaya…
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Mujeres vascas |
Vemos sucederse a lo largo de la exposición, rostros de mujeres que
han dado origen, exageradas sus características genéticas, a la estampa típica
de la brujas que han quedado en el inconsciente
colectivo. Caras afiladas, de nariz grande con tendencia a torcerse, barbilla
sobresaliente y boca sumida. Por fin las veo como seguramente fueron, Amoñas
(abuelas) sentadas con las viejas manos gastadas, juntas sobre el regazo, el
pañuelo negro bien anudado y los niños en torno. Fueron mujeres como esas las que murieron en
la hoguera
Me vienen a
la memoria las pinturas negras de Goya y vuelvo a sentir ese horror que nos
trasmitió con lo que de seguro quiso ser la intención caricaturesca propia del
ilustrado y se le fue de las manos. Son
pinturas que rezuman una espantosa soledad.
Se siente el olor nauseabundo del azufre, la risa cascada y sardónica, el asco
de la suciedad de los pringosos mantos y siento que son una mala imagen de
aquellas mujeres que mataron en las piras del siglo XVII.
El arte no hizo justicia a las mujeres reales.
En Ortillopitz, caserío de Sara cercano a Uhartea, en el que se muestran
las características típicas de una casa vasca de antaño,
Vicente abunda en el relato acerca de usos y costumbre de entonces. Cuenta de esos barriles de sidra asignados a cada marinero, que los
libraban del escorbuto en los largos meses de navegación hacia el norte y aquellas estadías habituales en tierras "americanas" que dejaron sus huellas en nombres de poblados y topografia de la zona. Durante aquellas largas jornadas no solo se cazaba la ballena sino que además se la despiezaba y licuaba el aceite que luego de nuevo solidificado en bloque volvería a Eupopa donde era tremendamente solicitado por su pureza. Eran hombres aguerridos y sufridores aquellos vascos, los maridos de las brujas... Sí, ¡qué cosa! esa
tendencia al mar tan de los hombres y tan a la de la tierra, propia de las mujeres. Vicente insiste muchas veces en llamarlas “libres” y me doy cuenta nuevamente de que tiene que ver
con ese hecho inusual de poder ser las mayorazgas de la familia y de que ellos, los hombres, respetaran ese derecho.
Aunque lo que nos rodea parece un paisaje tierra dentro, lo cierto
es que el mar está siempre muy cerca.
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Ballenero vasco del siglo XVII |
Parece que para De Lancre, funcionario francés
responsable de las grandes matanzas de Lapurdi, esta situación de ausencia permanenente de los hombres y fuertemente privilegiada de
la mujer fue decisiva como razón de su encarnizamiento. El inquisidor francés abominaba de esta raza brutal a
su parecer, en que los hombres abandonaban la familia y al campo y las mujeres
comían manzanas (la fruta de la perdición) a destajo, mujeres a las que no se les podía
besar la mano ni tratar con galantería, que no parecían necesitar de la
protección masculina y que no sabían francés.
El asunto que llevó a De Lancre a Lapurdi había comenzado
con una disputa entre un lugareño (Tristán de Urtubia) y las autoridades de San
Juan de Luz sobre el uso de un puente sobre el Nivelle. La cuestión terminó con
la detención de 17 mujeres parientes y amigas de los Urtubia que fueron
acusadas de brujería. En cuatro meses, De Lancre envió 600 personas a la
hoguera. Cuentan que el terror se extendió por doquier. De pronto todos sus
habitantes, grandes y pequeños, se hicieron sospechosos y no hubo prácticamente
familia que no sufriera la detención de alguno de sus miembros. Muchas familias
se extinguieron entonces.
Una imagina
esa psicosis colectiva en la que, en un paisaje ameno, de pronto todo se vuelve
aullido y miserere, en que los que podían, huían por las montañas para pasar a
Guipúzcoa o Navarra donde tampoco hubo salvación ya que la Inquisición estaba
en pleno funcionamiento a ambos lados de la frontera.
El regreso
de los pescadores de Terranova avisados con urgencia por su armador, la
denuncia del obispo de Bayona que apeló directamente al rey y la revuelta
popular con ocasión de la ejecución de María Bonne en San Juan de Luz detuvieron la matanza y enviaron al inquisidor
nuevamente a Burdeos. La profunda herida que la caza de brujas supuso para
Lapurdi se recuerda hoy frente al castillo de Saint Pe, con las llamas “en hierro”
dedicadas por el escultor N. Basterretxea a nuestras antepasadas.
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Escrito de Alonso de Salazar y Frías. |
Solo
podemos juzgar con moldes de hoy. Nuestra mente racionalista siente extraño un
temor llevado a esos extremos, una aceptación de tamaños delirios…pero siempre hay
quien duda ya en la propia época y no se deja arrastrar por el prejuicio colectivo. Hubo un hombre,
siempre los hay, que dudó. Es admirable la figura del inquisidor español Alonso
de Salazar y Frías que, además de votar en contra del veredicto del proceso de
Logroño que llevó a la hoguera a las brujas de Zugarramurdi, volvió a las
montañas de Navarra un año más tarde a revisar de manera exhaustiva
los testimonios y acusaciones que habían llevado a aquellos que habían sido procesados a
la hoguera. Logró demostrar que, tanto las acusaciones como las declaraciones
de los acusados, se debían a la pura imaginación de los lugareños. Su dictamen
sirvió para que en España, cesaran las cazas de brujas 100 años antes que en el
resto de Europa. El proceso de Logroño fue el último que se celebro.
Nosotras,
acodadas sobre nuestro alféizar cara a la luna, ya no tenemos miedo. Al menos
no ese tipo de miedo. Hasta cierto punto los eguzkilore que lucen sobre la puertas se han
convertido en puro signo estético. También las kutxas (cofres) y los paños
bordados... En las iglesias ya no veo los Jarleku ni las argizaiolas y...pienso en cómo
quisiera recuperar a veces el temblor de aquellas noches de luna de los siglos previos al horror que lo arrasó todo, aunque sé
que es totalmente inútil desearlo...
Todavía mi abuela mantenía ungüento en una ollita de
barro que servía para drenar úlceras pero si intento recordar algún ingrediente solo
llega a mi mente la cera virgen… lo que en realidad veo con toda claridad es la ollita
tapada con un lienzo blanco en el fondo de su armario de roble allá en el sur
del mundo.
También recuerdo a mi madre recolectar ciertas hierbas
que asentaban el estómago y cómo me enseñó a diferenciarlas; coge las de tallo
cuadrado, me decía, no las confundas con las de tallo redondo… Pero poco queda;
no me atrevería a hacer un solo cocimiento. Si corto hierbas es porque aroman y
embellecen, nada más sé hacer con ellas. Me pregunto en qué rincón de mi espíritu
quedará rastro de aquella mujer que sabía…En alguna parte se rompió la cadena y
lo que ellas atesoraban, se perdió.
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Libe, continuación de la saga... |
Me gustan
las manzanas, es la fruta de mi consolación. Manzanas verdes, de esas que
crujen al ser mordidas y cuyo jugo chorrea. Amo la luz de velas y los retratos viejos y desvaídos de las abuelas.
Cuando las cosas van muy mal y la desgracia golpea a gente de mi sangre, las llamo y les lloro con sollozos profundos y
desgarradores... Ellas, en mi mesa, son siempre jóvenes y hermosas y saben algo
de lo que yo ya no sé. Las nombro... Begoña, Otilia, Margarita, Ana, Elena, Edurne…y entonces, en la luz, las flores y el vino que se entibia en mi
copa... en mi rostro mojado y un poco desencajado, no hay nada estético; es
energía pura que de la forma más real fluye hacia mí…Es seguro, que nadie antes
que yo, realizó semejante ceremonia que un día surgió de las sombras de mi
subconsciente. Sé que ésta es mi etxe y que ellas vuelven a mi conjuro, a
hacerse cargo de mis alegrías y penas…aunque no puedan ayudarme, lloran y se alegran conmigo.
Hubo una
vez en que emocionada por esos brazos abiertos de Uhartea y el profundo amor que profeso a su dueña, quise entregarle a nuestros muertos y le dije...
Traigo a
brazadas los muertos
a tu casa
esquinada de castaño.
Guarecidos
de la intemperie muda
juntas les
contaremos que ésta será su casa
y que aquí
encontrarán su sitio frente al fuego.
“Recorreremos
con yemas extasiadas
la madera;
caminaremos las piedras con permiso,
beberemos
el agua que aquí tiene regusto de sueños y
de viejos queridos” creí que me decían ellos...
Te dejo mis
penates persuadida
de que este
es el hogar y de que
aquí
termina el largo recorrido
de sus
sombras en mi gélida patria de palabras;
los muertos
quieren ¡necesitan tierra!
Y tú...
conquistadora
de la lumbre
ama de los
rincones, amiga de las lámparas y el brezo…
cuida sus
huesos tristes...
¡Esta es su etxe !
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Nuestras abuelas |
Pero no
puede ser así, hermana, no se puede. Tu etxe no es heredada, te pertenece sólo en
razón de matrimonio y por lo tanto, tú eres la guardiana únicamente de los muertos de la
casa de tu marido. Está bien así. Es lo que marca la costumbre…Son ellos los que
vuelven cada noche a sentarse junto a tu fuego. Estoy segura de que Maricoun,
su primera dueña, está entre ellas.
Nuestras
abuelas están aquí conmigo. Soy la mayorazga de las historias, de las canciones
y en realidad no necesitan más que mi pequeña vela prendida frente a sus
retratos…quizá la sombra de alguna que ardió y cuyo nombre fue borrado con saña
de las actas y de la memoria familiar, también acuda…¡Ojalá venga y nos ayude! A
veces ser mujer sigue siendo muy difícil…a ella, mi sorgiña desconocida, encomiendo
esta sangre nuestra.
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ResponderEliminarPrecioso relato documentado abundantemente: el inquisidor español Alfonso de Salazar, Baroja, Barandiarán, y Francisco de Goya de origen Guipuzcoano. Sabes trenzar lo racional con lo poético sin que se perciban las costuras. Espléndida la poesía de vigorosos trazos, capaz de iluminar linajes y matriarcados al ritmo melódico de sus acentos. Al releerte he recordado cuando asistía de niño junto a mis tíos y abuelos a aquellas largas veladas, sentados todos en bancos de madera, frente al fuego que nos iluminaba y calentaba. Mi abuela Elena contaba historias y tradiciones que todavía recuerdo parecidas a las de tu relato. Vivíamos no lejos de Zugarramurdi. ¡Qué gusto da leerte! José Ramón.
ResponderEliminarTe releo,Begoña,en la paz de la mañana.Mi encuentro con Zugarramurdi fue hace 18 años y en lugar tan mágico como Ballinamoore(Irlanda rural)adonde fuimos a aprender a diseñar y vender estancias turísticas rurales.on el tiempo y buenas campañas,mis compañeros navarros bien lo han logrado con Zugarramurdi-incluso yo fui cómplice en ello-pero si hubieran contado entonces con tu relato y la inmediatez del 2.0,tod hubiera sido más hermoso y fácil.
ResponderEliminarUna pregunta: junto a estas cuevas,había otras de cuyo nombre sí quiero pero no puedo acordarme ¿me ayudas? El sr Alzheimer no ha de salirse con la suya.Gracias
Acabo de leerte Bego, me ilustras mucho,recuerdo tanto las palabras de la tía Eduarne en tu relato, es un gran homenaje. El poema es precioso y el ultimo párrafo como petición desgarradora es emocionante.- Verás como la ayuda llega, solicitad así, no tengo dudas.- Es un placer leeerte.- Enhorabuena una vez más.- Besos,
ResponderEliminarMaite
Magnífico, tu recorrido histórico-geográfico, por esos valles que por cercanos y por amistades saboreo. ¡Cuantas historias escondidas bajo las tejas! ¡Cuantas esperanzas serpenteando por los senderos de lo que una vez fue todo un mismo sentir!
ResponderEliminarHas realizado un retrato extraordinario de esa figura primordial en la cultura euskaldun, la piedra angular de toda familia, de aldeas enteras. El vínculo entre los sueños y la realidad, el querer y el alcanzar. Denostada por intereses y porque sí; pero siempre, sin descanso y sin miedo, ha conseguido que llegue hasta hoy el espíritu, la esencia de la tierra, los que la han pisado, y los que bajo ella descansan. Sorginak por derecho propio, por mantener viva una llama que aún hoy seguimos necesitando y que es el único vínculo que nos amarra a la realidad de lo que somos: hijos de la tierra.
Del poema mejor no comento, me lo guardo y lo sigo disfrutando.
Un abrazo Begoña
Lan ederra, bikaina, Begoña!
ResponderEliminarZeinen ondo kateatu dituzun erlatoak, garai haietako historia, jende haren idiosinkrasia. Neuk ere biziki gogoko dut nire ikasleei Barandiaranen, Julio Caro Barojaren edo Xamarren idatzietan ikasitakoak kontatzea eta beraien aurpegietan harridura eta jakingura begirada horiek antzematea. Zeinen deigarria egiten zaien gure emakumearen boterea, indarra, batez ere garai haietan, inguruko herrialdeetan andreak zuen prestigio xumea kontuan izanik. Nolako modu ederrean erretratatu dituzun paraje zoragarri horiek! Nik ere maite dut Sara, maite dut Larunera igotzea (Lizuniagatik, Beratik oinez) eta gailurreko askatasun sentsazioaz gozatzea. Ez dut "Uhartea"ko paradisua ezagutzen, baina ez dut noizbait ezagutzeko itxaropena galtzen; zenbat kondaira, zenbat istorio etxe horren horma mardul eta urtetsu horien babesean! Esker aunitz, Begoña, zure narrazio ederrarengatik.
ResponderEliminarEn realidad Amatxu, ninguna heredamos etxe... pero está claro que si no las hierbas, el mayorazgo, la memoria y la (re)creación de historias está contigo... Me gusta esa idea de "poseer el espacio", tener "nuestros dominios", sean los que sean (una mesa, unas fotos, una vela)y dar bienvenida incluso a las visitantes que quedaron también un poquito "desterradas"... Hay un hilo conductor que de alguna manera nos sigue adonde vayamos. O quizás es que parece un buen consuelo para tu estirpe errante...
ResponderEliminarEl poema es de muchísima altura, Begoña. Su final es dramático, de una expresividad absoluta. Más allá de las circunstancias personales que han motivado su escritura, has logrado con él involucrarnos en la misma experiencia vital y conducirnos a lo que, a pesar de nuestras propias vicisitudes humanas, todos tenemos en común...Es un gram poema, Begoña, un grandísimo poema...
ResponderEliminarLeído y disfrutado. El próximo día contemplaré Sara de forma diferente, no con los ojos de siempre sino con los que tú consigues que veamos las cosas. Cuánta poesía y cuánta historia fusionadas sin aparente esfuerzo! Enhorabuena por ese poema lleno de fuerza; me has recordado a Juana de Ibarbouru en "Caronte, yo seré un escándalo en tu barca..."
ResponderEliminarEne Begoña, orain aste batzuk gainetik irakurri nuen zure testua baina patxadaz dastatu nahi nituen hitzak berriro ere.
ResponderEliminarETa dastatzeaz batera, gogoa eta bihotza haraino joan zaizkit..neure azken bisitan ez nuen inguru hartara hurbiltzeko astirik izan nahiz eta gogoa hara joateko irrikitan egon..
Klasean luze aritzen gara sorginkeriaz, akelarreez, inkisizioaz...azkenean denok hunkiturik bukatzen dugu, ixilune luzeak, emozioa.. zure baimenarekin, uste dut datorren klasean testu hau oparituko diedala ikasleei, altxor ederra da eta.
Eskerrik asko.
Muxu handiiii bat
Que bonito el caserío de amaya. Yo recuerdo perfectamente la ollita de nuestra abuela Otilia, en la casa de Llolleo-frente a la plaza donde tú creciste unos años, y yo era acogida con cariño de vez en cuando.Tú, no lo sabes como no sabeís en la familia tanto de mí, pero me encanta la medicina alternativa de hierbas y de pomadas caseras que sabia nuestra abuela Otilia..Me ha recordado tantas cosas buenas de mi familia, éste escrito tuyo.Sólo he encontrado éste blog tuyo hoy, por la tarde, he dudado mucho en escribirte, pero tu poesía me encanta.
ResponderEliminarTu prima I.
Felicitaciones prima Bego.