Vista desde nuestras ventanas en Santiago de Chile
A mi madre
Y vuelvo a casa
Y estás allí
y nuestro café humea
y yo miro con los ojos de adentro y los de fuera
tu mirada de siempre hacia la cordillera.
El coyote se ha huido en ramas cabalísticas
pero la yedra crece mansa y reconocible...
En los Sacramentinos el sol toma un respiro
y hacia el este, las casas naufragan en el verde
y...todo en mi se aquieta, el latido y el nervio.
La mueca cultivada devuelve la sonrisa.
Vuelvo a los viejos cuadros
a los cielos celestes altos y detenidos
al calor acogido y acunado
a los mástiles prestos...
y ¡a ti! sentada al centro de lo que ya es tristeza
y te miro extasiada y te quiero de nuevo...
¡Cuánta selva he tronchado para volver a verte!
Hay una manera de volver...las palabras lo saben.
Hay una manera de no irse...las huérfanas lo sabemos.Sintiéndolas con nosotros,Begoña.Así llevo haciéndolo 47 largos años.Hoy la empatía en tus palabras me ha acercado más a ella¡¡¡gracias !!! y quienes aún halléis la suerte de tenerlas con vosotros,aprovechad la bendita oportunidad de hacerles sentir que las queréis
ResponderEliminarTanta añoranza y desmedida emoción expresada en tan bello poema. Aquello de mirar adentro y de fuera me hizo mucho sentido, esa nostalgia que invade ante la presencia de la cordillera y su entorno y ese dolor resignado de la ausencia.
ResponderEliminarMis mejores recuerdos a tu acogedora,grande y opinóloga señora que era tu madre.