Pájaros azules
te despojen de la capa ominosa
que negrea tenaz sobre mi sombra
para que pueda ver
el músculo
y la vena
y el miedo
dibujándote el vientre.
lluvia de primavera
amanse la sangrienta cabellera
para que te adivine
el barrunto de remolino tierno.
Viento del oeste
tire por tierra aventando
tus pócimas
tus alacranes pálidos
tus roncos disfraces de palabras.
Y yo entonces perciba
las gotas de naranja
las tibias mariposas
el vagido pugnando
y pueda ya por fin...
bajar mi lanza.
¡Que gratas son las treguas, qué dulces! Una espada que se deja caer, un escudo que se apoya en la piedra ... son consecuencia, a veces, de ciertas metamorfosis inusitadas.
Hoy esta manchega tiene más de bruja que de Paz Blanca,por mucho que diga nuestro Tiburón del Cantábrico,amuma.Quizá porque también necesite dulce tregua que,una vez más,tu verso ha propiciado.Gracias,muxu y sigue disfrutando de tu Lobodrina y tu Txo
ResponderEliminarPero a veces se amargan con el recuerdo de tantas batallas perdidas, y se vuelven endulzar con el sueño por ganar la guerra final. Es la eterna contradicción de ese alambre por el que transcurre la vida, ese hilo inestable que no permite marcha atrás, tan sólo pequeñas paradas en las que nuestras convicciones se transforman en esas tibias mariposas para, unos pasos más adelante, volver con nuevos aires. Disfruta el momento como nos haces disfrutar de tu poesía.
ResponderEliminarUn abrazo Begoña
Querido Oscar, así es. LLevamos "la batalla" dentro y tal vez no haya ni siquiera una última que ganar, no lo sabemos.
ResponderEliminarMe gustan las treguas. Necesitamos de treguas que nos permitan volver de vez en cuando a sumergirnos en los "calidos baños"