A Cástor, "el lobo"
Dime, qué fue de nuestra cueva,
de aquella románico-tardía
de la que amplia, vacía y abrigada
me entregaste la llave, la noche del “Sí, quiero”
En todos estos años la has llenado
y me topo por todos los rincones
con oseznos llorosos
abejas de aguijón descuartizado
maripositas grises
arpías tremebundas y patéticas…
a quién prestas mis perlas, lobo absurdo.
No me importa tropezar con un cerdo simpático
leyendo mis poemas pero…
me irritan mis vestidos y mis alas
adornando a quien decidas tú;
saqueador, dueño del guirigay,
¡lobo metido a San Francisco pobre!
¡Vamos! Que no me da la gana de compartir
¡Ay, Dios! Por qué te contaría la historia de Noé
Por qué sonreiría a la primera caracola que trajiste
por qué te soporté las criaturas…
cada día menos comedidas, más ubicuas
más dueñas de esta cueva donde ocupan
aposento y literas…
nuevos lugares para sus especiales relaciones.
¡Ya no sé lo que es mío!
pido permiso, camino de puntillas y…
¡nada de permiso!
Defiendo mi derecho a tu costado izquierdo,
¡Lobo cabrón!
No vengas ahora a decirme
que fui yo la que dije de no cerrar la puerta…
¡ No quiero sonreírle
A esa murciélaga herida que tiembla contra ti y en quien luce
“solo prestada” dices, mi luminosa capa de los días….!
La poesía puede ser también un divertimento delicioso, un guiño cómplice, una tontuna sin trascendencia...Aquí una muestra.
La niña abuela que comparte su ironía, que nos disfruta el momento que dura el paseo por esa cueva del lobo cabrón. ¡Qué te devuelva tu capa de los días! Que sigas volando con tus alas y nos continúes regalando perlas.
ResponderEliminarUn abrazo Begoña.