viernes, 20 de abril de 2018

Txitxarrito





 Para Enzo, mi txitxarrito.


Es el que más me gusta, decía mi padre con profunda convicción, mientras comía y poco a poco iba quedando en su plato un montoncito de espinas. Yo haría lo mismo con mi pescadito pero que nadie se asuste, es tan grande el placer que me produce su sabrosura que las hipérboles me salen solas.

La enciclopedia dice que es un pez azul, de sabor intenso y, un poco peligroso. Tiene una pequeña glándula venenosa debajo de la aleta ventral ( algo así como las cuatro espinas de la rosa del principito y me imagino que, como la rosa a los tigres, él también piensa que puede hacerle frente sin problemas a los tiburones ). Vive en alta mar formando grandes bancos que por la noche atraen la luz. Tiene muy buen apetito y suele resguardarse voluntariamente debajo de las medusas cuando es pequeño... Es un pez con auto estima, el txitxarro. Su cuerpo terso brilla en verde y azul y sus escamas se desprenden redondas y fáciles. Es un pez rápido y un placer distinguirlo, puro destello, allá donde se arremolinan las gaviotas.

Soy poeta y tengo algo de hechicera. Es por eso que quienes me conocen temen un poco esos nombres antojadizos que les adjudico. Me preocupa  un poco el por qué se me habrá ocurrido llamar con el nombre del más sabroso y barato de los peces del Cantábrico, al primero de la última hornada de mis amores. Aunque,  en realidad, no me preocupa en absoluto. Me encanta.

Mi txitxarrito es un alevín todavía. Es por eso  que tiende a subir a la superficie, donde está la juerga, tentado por el mínimo rayo de sol. Le gustan los toboganes difíciles y el color azul, las camisetas de superhéroes, la pizza y el helado de chocolatto. Es de la Real, del Torino y de la U (de Chile) y luce con orgullo sus tres camisetas.  Gran hacedor de barquitos de papel y bebedor de fuentes, detesta estudiar violín y dormir la siesta. Tampoco es que le guste la hora del pijama por la noche, pero le divierten los lobos y los cocodrilos a cualquier hora. Adora las gorritas  y guarda perfecta memoria de cualquier  adminiculo útil o inútil de su pertenencia.  Es el cómplice absoluto y declarado de su papá.

Se ensimisma a veces serio e inmóvil y yo me pregunto entonces, en qué mar andará nadando, mi misterioso pececito de ojos enormes, debajo de qué medusa se habrá metido.... Prefiere Pocoyo, Pingu y la insoportable Natasha a  cualquiera de mis preciosas canciones y …  Sobre todo está seguro de que le daré siempre lo que me pida, sea mi talismán, mi más hermoso punto de lectura, o el último pedazo de mi manzana verde, sin pensarlo un momento ... Sabe que siempre dejaré el libro de canto cuando se me acerque, que nunca perderé la piedrecita blanca que me regaló un día de idilio, que lo adoro por siempre jamás siempre y nunca consentiría que nadie lo confundiera con un pez mandarín, un pez león o un pez payaso y pretendiera encerrarlo en una pecera con algas de mentira y cuevita ornamental a él,  mi pececito de altura...

martes, 17 de abril de 2018

Desentumeciendo la pluma....








Este invierno largo y doliente que termina me ha traído un par de veces sin embargo, esa sensación deliciosa de aprehensión del tiempo al que se deja ser...

Me explico: dejando sobrevolar la mirada desde una de las ventanas altas de Sara, me pareció posible quedarme tendida en uno de los prados que vislumbraba, largamente, sin mover un músculo, olvidada de mí: simplemente siendo y luego... levantarme y regresar a donde fuera llena de gracia. Fue una sensación casi carnal. No intelectualicé nada: sentí simplemente la posibilidad.

¡ Qué descanso ese poder apearse de una misma! Esa sensación que de seguro han vivido los místicos y  que creo es el deseo más fuerte e ignorado de todo ser humano; ese poder apearse por un momento de "la insoportable levedad del ser"que arrastramos día tras día, hora tras hora, minuto tras minuto.

La cultura nos mediatiza. También todas las ilusiones que han volcado sobre nosotros los que nos precedieron y de ahí la contradicción insoluble: ¡Quiero estar tendida en la hierba olvidada de mí, para que lo ignorado de mí pueda salir a flote. Pero entonceces, si ocurre así, seguramente yo ya no tenga conciencia de lo que emerja porque... no habrá nada.  Al haber dejado de oponer resistencia he dejado de diferenciarme. No me daré ya cuenta de lo otro porque ya nada tendrá nombre y será indiscernible pero...¡ qué dulzura de descanso!

Hace un momento he abierto las cortinas de mi habitación y he mirada largamente el magnolio ya pura hoja tierna. Las ramas vestidas rebotaban contra mis pupilas. Al fin, he vuelto el rostro de nuevo inmersa en el magma de mis pensares y sentires y me he hecho cargo como cada día de este peso mío  tan insoportablemente leve ...