lunes, 28 de octubre de 2019

Siempre, desde que recuerdo....

Siempre desde que recuerdo, he soñado con una casa.



Cuando empezaba a adormecerme, las imágenes acudían en la duermevela con la secuencia de una historia que iba volviendose nítida poco a poco No era una casa que conociese ni en la que hubiese habitado nunca, tampoco sabía si pudiera encontrarse en alguna parte.


La evocación empezaba con una fuerte sensación de reconocimiento. Al entrar, yo sentía a mi espalda el ruido de la cancela que se cerraba y el refilón de mi mirada y mi nariz hacia lo alto, captaban el humo de otoño ascendiendo, mientras me acercaba. No solía recrearme demasiado en los detalles: apenas un muro un poco estropeado, la sombra de un breve porche, la parra de Virginia otoñando....


Una mujer que bordeaba la vejez me abría la puerta. Era verla y llenarme de gozo anticipado. Pronunciaba mi nombre con un abrazo y una sonrisa. En la cocina cálida me ayudaba a quitarme el abrigo (siempre andaba yo con abrigo y con frío en aquel semisueño). Dejaba, entonces mis libros y mi enorme bolso en un rincón... Nos sentábamos a la mesa y hablábamos mientras el café con leche humeaba en nuestras tazas azules. Ella escuchaba concentradamente mis historias, mis sueños, mis frecuentes quejas. A veces sonreía, casi siempre callaba...


Yo siempre iba y venía de aquella casa. A pesar de que sabía que arriba me esperaba una cama cálida preparada con sábanas bordadas para mí, yo no me quedaba. Era tremendamente grato volver a la intemperie, sentir el frescor del viento recio en mi cara, la fuerza de mis piernas juveniles dispuestas a seguir caminando con mis libros y el bolso en bandolera


En aquella época había muchas mujeres como ella en mi vida: mi abuela, mi madre, mi madrina... pero no era ninguna de ellas. Su rostro no tenía entidad: era pura presencia.


Ahora yo soy esa mujer. Mi cocina está tibia. Hay tomate, pimientos y mermelada en mi alacena. He preparado la mesa con tazas grandes y blancas. Tengo pan fresco y flores bordadas en las servilletas... Arriba he abierto la cama y abullonado la almohada y el cojín. He dirigido la luz ambar hacia la cabecera...


Estoy esperando a la que vendrá...