lunes, 18 de septiembre de 2023

El camino.




 Recuerdo la casita que trazaba cuando era una niña pequeña…

Tejado a dos aguas, puerta en arco, un par de ventanitas con parteluces, chimenea que humeaba hacia el horizonte y…un camino sinuoso que partiendo de la casa, se detenía por imperiosa necesidad en el borde de la hoja… El camino y la chimenea humeante eran lo más importante de mi dibujo: antecedentes ingenuos de la  futura nostalgia.


Camino es una bella palabra llena de sugerencias de futuros aprendizajes. Una metáfora que ni siquiera es necesario explicar porque la aprendimos en todos los cuentos que nos contaron en nuestra niñez. Ese camino plagado de miguitas de Hansel y Gretel, el raudo que recorría ufano El gato con botas, el tortuoso y sombrío de  Blancanieves abandonada por el cazador y…ese camino luminoso por el  que caminaban cantando los personajes de El mago de Oz en busca del arcoiris….

Todos esos caminos señalaban la aventura con final feliz. Escuchábamos y sabíamos que los miedos y los peligros  se resolvían en el propio camino, que la historia terminaría con una de las versiones de “y fueron felices y comieron perdices…” 

Ha sido en el camino donde aprendimos de los peligros y el sufrimiento ( David Copperfiel fue un libro paradigmático), pero también desde donde vislumbramos al final y tras un laborioso tránsito,  La Felicidad aguardándonos con su calma de jardín vallado para siempre.


Luego, más tarde, crecimos y los caminos se nos hicieron más ambiguos. Leímos historias  en que  se volvían problemáticos porque para entonces el final feliz era solo una de las posibilidades. Ese camino que devuelve a Don Quijote enfermo, viejo y derrotado a su lugar  de origen es todo un paradigma de muchos finales de camino y…¡cómo nos dolía ese Don Quijote cuerdo, triste y vencido que abandonaba el camino para siempre!


Seguimos cumpliendo años y en nuestra experiencia lectora y vital  se consolidaron los caminos terribles. Como aquel que  llevó a Anna Frank hacia Bergen Belsen después de tanta apuesta y esperanza ó  el que condujo a Sholomov a Siberia a ser machacado. El que inició Scott y su expedición hacia el Polo Sur, tan lleno de coraje.  El que tuvo que recorrer mi familia, perdida la Guerra hacia el exilio…Ninguno volvió. Descubrimos el insondable misterio de los caminos jalonados de perdedores en sus cunetas…


Y la vida siguió y continuamos leyendo historias y poemas, escuchando canciones,  acumulando experiencias. Los caminos se volvieron cada vez más densos, más inciertos, más decisivos… Entendimos el consejo de Kavafis en su “Vuelta a Ítaca” 

Se nos sedimentó la vida y nos volvimos insobornablemente lúcidos porque,  mientras conservamos intacta la nostalgia del camino de vuelta a casa, nuestra fría y cruel razón nos dijo lentamente como al final, Antonio Machado…



Caminante no hay camino

se hace camino al andar

Al andar se hace camino

y al volver la vista atrás


 se ve la senda que NUNCA

se ha de volver a cruzar.


y entendimos finalmente lo que significaba el límite de la hoja en blanco de nuestro dibujo de infancia.