A veces en las tardes del invierno llovía
y yo no iba a la Universidad.
Me marchaba contigo por el centro
y recorríamos pasajes y galerías…
Nos gustaban los viejos escaparates y las cosas usadas, por eso
solíamos detenernos frente a una recia cama florentina...
Me regalaste una vez una mosca de marfil
y otra, un collar verde y un anillo con una turquesa chiquitita…
Seguíamos después hacía Mac Iver
y cuando el frío se nos había asentado
entrábamos a la Biblioteca Nacional…
¿Te acuerdas de José Miguel Carrera y sus cartas?
Dimos muchas vueltas por los salones aquella tarde
y yo no dejaba de pensar que era “El príncipe de los caminos”
tan hermoso y cortés con su capa de husar…
Después caminando lentísimo, como solo los enamorados caminan
llegábamos a mi casa de la calle Vergara
y conversábamos mirando oscurecer la cordillera...
A veces era el Parque forestal y sus estatuas …
Luego, yo me quedaba estática frente a “La carta” de Pedro Lira después de caminar mucho rato
Y subir al fin las escaleras del Museo de Bellas Artes...
Recuerdo siempre tu mano en mi cintura, porque...
caminábamos así los novios de los años 70 allá en Santiago.