jueves, 19 de marzo de 2020

Tiempo de incertidumbre 1.







Hoy, 19 de marzo de 2020, año del Señor, comienzo esta crónica del tiempo en que el  Covid 19 nos cambió la vida.


Mi relato se sitúa en un pueblecito de La Rioja, de unos 2000 habitantes. 

Castor y yo habíamos venido a principios de marzo. Queríamos arreglar para las vacaciones de Semana Santa nuestra "Casa del vino". Fuimos con tranquilidad y placer pintando la terraza y el patizuelo de blanco, los hierros de los balcones de negro, las contraventanas y la puerta de un fresco verde pasto y dirigimos con cuidado las ramas altas de la parra aún desnuda, hasta casi rozar las tejas. Compramos un alhelí, un macizo de claveles rojos y una margarita toda botones... Aquellos días fueron de sol, deliciosamente templados hasta la caída de la tarde.  Se escuchaban las voces de los viejos en tertulia y aspiraba con fruición el aroma de leña que impregnaba el pueblo sobre todo en la mañana y al atardecer.

Por la noche leía apasionada y lentamente la biografía de Miguel Hernández.  Me demoraba, quería dejar al poeta en los días madrileños de aire y versos, en los de risa exultante; en los de alpargata, camisa abierta y poderío  Quería dejarlo con las palabras más rotundas y tiernas en la boca pero... una noche, pasado ya el 8 de marzo terminó la lectura y Miguel se me murió en la cárcel de Alicante, enfermo, consumido y solo. Entonces, como cada vez que asisto a la muerte de Miguel Hernández, quedé con una pena negra que me duró hasta el alba. -,Quisiera tener aquí ahora su poesía completa en papel , pero mi ejemplar quedó encargado en Lagun de San Sebastián, quien sabe hasta cuándo-

La vida era sencilla esos días en Cervera. Trabajar,  caminar hacia la Virgen del Monte, preparar algo rico que comer, bordar un poco por las tardes, conversar en la terraza mirando encenderse al pueblo...
Los almendros ya habían florecido - ¡Cómo me gustan los almendros!- son los árboles más generosos que existen. Los chopos y la parra seguían dormidos, pero todo prometía primavera...

La realidad siempre nos cae encima de improviso, -“mientras nos entra un colibrí en el despacho”- como decía mi amigo Sohafi, mientras damos la última puntada a flor que bordamos, mientras hacemos la lista de las comidas que ofreceremos a los que vengan las próximas vacaciones.

Nadie creyó en mi entorno en lo que nos está pasando. El " corona virus” se había convertido en una especie de tópico casi divertido que no terminaba de hacerse presente. Las zonas de riesgo estaban lejos, los que enfermaban “estaban bien” y los que morían eran viejísimos y con patologías previas. Lo repetían en todos los medios y seguíamos tranquilos porque siempre nuestros mecanismos de defensa actúan haciéndonos creer aquello que nos tranquiliza.

Y entonces... todo se volvió loco.

El jueves 13 de marzo se suspendieron las clases en toda España y se empezaron a aplicar medidas de restricción social. Nos quedó claro que el aislamiento domiciliario era inminente y tuvimos que empezar a decidir qué hacer: si volver  a San Sebastián o quedarnos. Desde el principio tuvimos claro que queríamos estar juntos con Libe, Gilles y los niños. Adivinamos  la preocupación y la zozobra que se harían presentes y lo difícil que sería para ellos lidiar solos con lo que se nos avecinaba como un largo proceso de incertidumbre. Ellos también decidieron urgidos por sus propias consideraciones y temores. Sé la preocupación que tenían por quizá suponer un riesgo para nosotros. Insistimos en que era la mejor opción. El sábado, mi hija Libe, su esposo y Enzo y Mari vinieron a La Rioja y el lunes ce cerraron las fronteras. Nos quedamos aquí con la puerta cerrada siguiendo las normas con escrupulosidad y fue entonces que el tiempo se nos volvió pura conjetura.

El nuevo tiempo empezó con la sensación de “ que no era posible” Se me produjo una poderosa sensación de distanciamiento con respecto a bandos, prohibiciones, normas, cuidados , cada vez más prolijos; con respecto a las noticias cada vez más atroces. Rememoré, mi última clase de literatura de junio pasado, justo antes de retirarme de la enseñanza. Expliqué aquel día" Vendrán lluvias fértiles” de Ray Bradbury, uno de mis cuentos favoritos de "Crónicas marcianas" Fue una buena clase-  El poema que da título al libro retumba suave en mi cabeza

"Vendrán lluvias suaves y olores de tierra
y golondrinas que girarán con brillante sonido
y ranas que cantaran de noche en los estanques
y ciruelos de tembloroso blanco
y petirrojos que vestirán plumas de fuego
y silbarán en los alambres de las cercas
y nadie sabrá nada de la guerra
a nadie le interesará que haya terminado
a nadie le importará, ni a los pájaros , ni a los árboles,
si la humanidad se destruye totalmente:
y la misma primavera, al despertarse al alba
apenas sabrá que hemos desaparecido."


 Empecé a imaginar que aquello a lo que aludía el relato, había llegado.

Somos cuatro adultos y dos niños. Cástor y yo aunque sanos, rozamos la edad de riesgo. Somos privilegiados.  La casa es grande , tiene muchas escaleras por lo que el ejercicio es inevitable, un par de zonas donde se puede estar al aire y vistas hacia el monte y la vega. Cada uno tiene su cama y hay libros y música. Los niños son una fuente continua de vida, como los almendros...

Los mayores tenemos miedo permanentemente. A veces es soterrado y otras, se nos vuelve ansiedad contenida frente a lo que no nos terminan de decir, frente a lo que no terminamos de entender. Cada uno frente a sus propios fantasmas.

……………………….

Está lloviendo fuerte. La lluvia golpea no fuerza los cristales y logra filtrarse en el alto. Me canto en silencio a Serrat- "Detrás de los cristales llueve,  llueve"-. Acecho la camioneta de la panadera. Las noticias repiten cifras nefastas ( me entero del cálculo exponencial) Gente famosa empieza a dar positivo. Y siento de pronto urgencia de hacer muchas cosas que se van  aclarando a lo largo del día entre relámpagos y truenos y la lluvia que sigue inclemente: estamos emplazados: nos ronda el verde de Lorca...el beso de la luna. Hay que cerrar herméticas las ventanas, hay que escribir lo que vaya saliendo, hay que leer poesía, bien amada poesía. Para mí no es tiempo de prosa; no puedo con ella.

Mis plantas están sufriendo. A ver que quedará mañana de las que no guarecí. La risa de los niños y las canciones de su madre me entonan un ánimo violeta.

Acaban de decir que ya se contabilizan en España 17.000 casos .
......

El viernes 20, hicimos fiesta en nuestra cueva. Se cumplían 10 años de la boda de Libe y Gilles. Recordé su azaroso matrimonio, celebrado muy poco después de los terremotos de Haití y Chile que ellos vivieron en primera persona y a nosotros nos trizó la confianza fundamental para siempre.

Hemos encargado un pastel de chocolate a nuestra panadera y rescatado una botella de cava que quedó de la Navidad. Nos hemos vestido con nuestras mejores galas ( recordé a Maquiavelo vistiéndose de etiqueta todos los días para cenar en su destierro de Fiessole y no perder eso que él llamaba "las formas" ). Yo tengo mi vestido gris, mi ruana roja y mi collar araucano. Libe ha conseguido transmutarse en una libélula rutilante: reconozco mi chaqueta japonesa y el cinturón de mi bata como tiara cuando baja la escalera: le quedan maravillosamente bien. La pequeñita luce trenzas recogidas y un vestido que le queda corto pero brilla cuando se mueve. Ninguno de los hombre merece mayor comentario.

Al tocar las nueve, reciben a sus invitados en español, euskera, inglés e italiano y luego inician muy solemnes el vals de "Amelie" , el mismo que tocaron el día de su boda, en conexión directa con su gente. La pequeña pantallita parpadea recibiendo comentarios y flases de rostros lejanos que bailan con nosotros. El ambiente se vuelve mágico. giramos y vamos cambiando de brazos mientras la canción dura.

De pronto nos sentimos muy felices: estamos plenos de contacto humano.

Pero las noticias nos dicen que ya hay 20.000 contagiados.

5 comentarios:

  1. Muy hermoso, por su sencillez, su cotidianeidad, su verdad, sus temores. Ya comenté el otro día: necesito aferrarme a la esperanza para poder respirar. Hoy me noto débil y cayendo, pero volveré al subir, estoy segura, por mí y por mi gente. Gracias por este rato de lectura, por compartir vivencias. Continúa escribiendo y subiendo la cuesta. Intentaré seguirte.

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  2. Ay Begoña! Te he leído con gusto, como siempre, pero también con cierta extrañeza, porque yo estoy viviendo esto con -te lo confieso un tanto avergonzado por lo que de frívolo pueda resultar este comentario- cierta fascinación. Soy muy consciente de la terrible realidad de los 17.000 infectados (ya 20.000) y sobre todo de esa cifra maldita de 1.000 muertos, pero me resulta inevitable abordar el fenómeno desde otro punto de vista. Tiene que ver con esa reflexión esperanzadora, y quizá tambiėn políticamente incorrecta, que considero pertinente. Estamos ante un virus democrático ante el que se cuadran personas y no clases sociales, individuos provistos de igual dignidad frente a quienes el virus no hace distinciones, etc. Me ha asombrado también tomar consciencia de cómo la naturaleza recupera su espacio -los gorriones cantan por la tarde sobre el campanario de San Vicente-, de cómo la gente se desea ánimos desde las ventanas, con cariño y respeto sinceros y de cómo el aire se torna luminoso (a veces pienso que incluso metafóricamente, se torna luminoso, lo digo con pudor) y, sobre todo, limpio. La lección es de proporciones bíblicas y el aprendizaje potencial inmenso. Con perseverancia, tiempo y suerte, sacaremos conclusiones y caminaremos hacia una re-construcción más social y respetuosa con nuestras comunidades. Pienso que solemos andar prestos a reconocer nuestra falta de fe, pero pocas veces nos paramos a pensar en la esperanza y la caridad. Quizá estos tiempos nuevos puedieran animarnos a recuperar algo de ambas. Y yo me siento en paz cuando después de aparcar en el Pº Nuevo, solo veo el mar sereno y la suave brisa de la primavera. Y, extrañamente para mi, no siento miedo. Estoy seguro que entiendes lo que quiero decir. Un beso.

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  4. Es cierto, este obsequio que nos ofreces parece prosa, pero es poesía. Tu estilo me recuerda en estos momentos un cuadro de Cézanne. Pinceladas gruesas de colores vivos para describir con todo detalle el mundo que te rodea tal como lo ves. Me alejo un momento de la lectura y aparecen los detalles con tal realismo que me trasportas a tu mundo, como si estuviera dentro de “La casa del vino”. Eres capaz de describir una gran escena con pocas palabras, sintetizando y anulando lo estéril hasta que aparece solo lo esencial, poesía pura.
    Estos días, tratando de entender lo qué ocurre, he retrocedido hasta encontrar un acontecimiento similar. La peste negra de 1346. Empezó en Oriente. También los grupos de amigos o familias enteras se recluían en casas aisladas, como “la casa del vino” mientras aquellos virus destruían poblaciones enteras, algunas nunca más fueron habitadas, escenas que fueron recopiladas en el “Decamerón”. También he recordado “El amor en los tiempos del cólera”.

    José Ramón

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  5. Mi querida gente, lo primero, agradeceros profundamente los comentarios que me hacéis. Nunca como ahora necesito sentirme en conexión con quienes me leeis.
    Los vaivenes de ánimo se nos producirán inevitable y de continuo durante este "tiempo" Yo diría que son su marca. En medio de las borrascas anímicas que nos van a sacudir cada vez más, creo que es importante preservar la confianza ( no sé como se hace), pero cada quien tiene su pequeña o gran piedra en que apoyar el pie. Tampoco nos neguemos a la belleza, a la alegría imprevista, a la gratitud que también nos sobrevendrán de seguro.
    Os digo la verdad, esta escritura en la que me empeño como tarea es mi aporte personal a esta batalla que estamos librando todos para superar el miedo y la impotencia.

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