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Sopa de lentejas, cocinado en Gaza por Amal. |
La necesidad de explicarme por escrito se me me hace imperiosa a veces, como cuándo me encuentro ante un fenómeno que se me hace urgente entender.
Me ocurre que frente a lo que está pasando en Gaza, no puedo entender la imperturbabilidad- Cómo se puede llevar a cabo un genocidio con tal crueldad y desmesura, cómo se puede convivir con él y no hacer nada por condenarlo y tratar de impedirlo. Estas son cuestiones que me han obsesionado siempre, pero que en estos días por diferentes razones, casi me agobian.
En estos momentos estoy leyendo "Londres 38" de Philippe Sands. Es un libro que documenta los antecedentes de la detención de Augusto Pinochet en Londres y, en relación con otras facetas de la vida del dictador, se habla también de la amistad que lo unió con Walter Raff, criminal de guerra nazi, inventor de las cámaras de gas móviles en las que se calcula que murieron asesinadas por monoxido de gas 97.000 personas. El invento, según su declaración, tenía la intención no solo de conseguir eliminaciones más rápidas y eficientes, sino, además de preservar la salud mental de los soldados encargados de llevarlas a cabo, que solían quedar muy perturbados cuando tenían que fusilar a grupos de prisioneros entre los que abundaban viejos, mujeres y niños pequeños.
He recordado también a mi madre hablándome acerca de los Campos de exterminio. Solía contarme algo que me perturbaba mucho en aquellos días. Cuando los Aliados liberaron los campos y descubrieron sus horrores, obligaron a toda la población del pueblo cercano a desfilar frente a las fosas abiertas y los cadáveres andantes. Los obligaron a recoger, apilar y disponer a los muertos insepultos en nuevas fosas que tuvieron que primero cavar y luego cubrir. Por qué razón hicieron eso pensaba yo, al fin y al cabo ellos no habían hecho nada.
Esta mañana he escuchado mientras planchaba, a Juanjo Millas en su programa semanal. Nos ha leído la carta que le envía un médico español destacado en Gaza y que además de explicar el horror que suponía tener que operar con ibuprofeno, hacía mención a cómo actúa el ejercito israelí. Aunque ahora que escribo a vuela pluma, pienso que esta información quizá esté mezclada con la que he recibido también esta mañana un poco más tarde, en un programa que se llama "Carne cruda" . pero para el caso, no importa.
La actuación israelí se lleva a cabo de manera aséptica. Se atacan los objetivos mediante tanques, buques o drones. Prácticamente no existe el cuerpo a cuerpo. Se destruye y pulveriza a la ciudad y sus habitantes desde lejos, desde arriba. Es probable que estos soldados no hayan visto nunca niños desmembrados, ni madres rugiendo. Lo suyo en interpretar bien mapas y coordenadas y pulsar los botones adecuados ejecutando órdenes. No puedo evitar recordar a Jürgen Habermas...Tal vez alguien de quienes pasaron por mis clases de filosofía, recuerde aquello de "La razón instrumental", esa, que dado un fin (que jamás se cuestiona) opera tan solo utilizando los medios más eficaces para conseguir dicho fin. Si recuerdan, espero que recuerden también eso de que "La ética se juega en los medios, nunca en los fines". Ojalá no lo hayan olvidado y se indignen con lo que está pasando en Palestina.
He leído por otra parte, que en Israel la mayoría de la población secunda los propósitos sionistas. Los "árabes" no les importan. En realidad sólo los temen. Han visto hasta la saciedad imágenes de los ataques qué Hamas llevó a cabo el sábado 7 de octubre de 2024 contra kibutz vecinos a la franja de Gaza. Conocen los nombres, rostros e historias de los que fueron asesinados y que se les parecen tanto. Lo saben todo de quienes fueron tomados como rehenes.
De quienes han muerto ó están muriendo en Palestina solo creen que son terroristas. (55.000 terroristas?) No tienen nombres ni historias. Los únicos rostros que conocen son los de los dirigentes abatidos.
Y, como ya sabemos, "Lo que no tiene nombre no existe" Lo que no vemos, tampoco. El comportamiento ético exige compasión y ésta solo es posible si se tiene imaginación. La necesaria para aceptar la pregunta incandescente...y si fuera mi hijo, mi madre, mi hermano quien estuviera allí.
Estos últimos días he entrado poco en mis redes. Los algoritmos me tienen enfilada y abrirlas significa navegar en el infierno. Ya no aparecen recetas ricas, ni bordados de flores. Difícilmente aparece "Mami Carmen" allá por El Oriente , como ella dice,recogiendo su yuca... No quedan gatos y paisajes apenas.
Me inunda el horror y la impotencia de imágenes insoportables y a veces, cierro los ojos para poder respirar.
Quizá por pura necesidad de rostros e historias, he convertido en un rito entrar todos los días en Instagram y buscar el plato que cada día prepara y nos manda Amal, la mujer de Hayed Hammad (traductor de español en Gaza) y que fotografía Dalia, su hija. Omar, el hijo mayor ya no está. Murió hace unos días al salir a buscar comida. Antes la imagen la envíaba él. Veo el arroz con un poquito de tomate para dar sabor, la sopa de lentejas, el pepino cortado en cachitos pequeños en ese plato blanco. Sé así que continúan vivos.
Todos los días mando un mensaje a mi familia de Gaza.
En realidad es fácil no sufrir, no hacer ruido, mantenerse equidistante mientras las cosas pasan. Basta cerrar los ojos, sellar los oídos, seguir como si nada con la vida linda que seguro tenian los vecinos de Auschwitz, aunque quizá porque he leído tanto, porque he escuchado tanto, no quiero hacerlo.
Algún día, me temo, habrá que desfilar sin excusas frente al horror y, a quienes hayan cerrado los ojos entonces, se los abrirán sus hijos con sus preguntas, con su ajuste de cuentas y entonces ¿ qué les dirán para justificar su silencio?...yo no supe....yo no estaba allí. Yo, yo no podía hacer nada.
Es la pura verdad ,es escente tu reflexión
ResponderEliminarExactamente así me siento, como si fuera una vecina de casa con jardín en Auschwitz.
ResponderEliminarMe uno a tu dolor y a tu indignación, Begoña. Es incomprensible este silencio atronador.
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