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Regreso a Guinea- de La Fortune Félix |
“La nostalgia es el sufrimiento
que produce el pensar en algo que se ha tenido o vivido” leo en mi lacónico
diccionario y me doy cuenta casi de inmediato de que no es necesariamente así. No se trata siempre de echar de menos lo vivido, ni de sufrimiento a secas. También
se puede sentir una profunda nostalgia por lo nunca vivido. Por otra parte, hay mucho de deleite en ese
giro hacia atrás, ya que la nostalgia es siempre una extraña fiesta que se
produce en nuestro espíritu, cuando mágicamente y casi por asalto nos
encontráramos pisando el umbral de una casa muy amada... al conjuro de un
perfume de humo otoñal, una foto que encontramos de repente, una fecha, una
canción que suena al pasar bajo una ventana...
Lo que
ocurre es que, como toda fiesta, ésta
llega a su fin y con él el momento de la desolación, enfrentados a la estancia otra vez vacía. Es cierto
que abriremos la puerta, encontraremos el pan en la mesa y las voces a lo lejos que se acercan...Pero
todo volverá a la niebla y nos dejará nuevamente ateridos en un presente sin
voces, sin pan...pero no nos engañemos,
intentaremos volver una y otra vez a vivir aquello que quedó prendido en nuestra
memoria poética aunque sea leve,
levísimamente. La nostalgia es la que nos lleva de visita.
Sólo le es dado al ser humano
regresar a Ítaca por medio de la nostalgia. Es más, es ese rescoldo siempre
avivado lo que mantiene la gana intacta y el rumbo sostenido, porque el mito
dice que por mucho que tardemos en volver allí, encontraremos intacto lo que perdimos. Lo que
amamos deseamos que sea eterno. No queremos que amanezca la noche que somos
felices, no queremos que el cuento se acabe nunca... Es por eso que volvemos
una y otra vez a revivirlo, a menos que perdamos la memoria o seamos unos
superficiales de cuidado. Es por eso también que incluso lo dejamos escrito o
relatado para que otros lo recuerden cuando nosotros ya no podamos....
Me impresiona como son de pobres los diccionarios al pretender
definir lo que es puro matiz. No se puede llamar sufrimiento a la más rica y
profunda de las emociones, tintineo continuo toda ella. Sorpresa, expectativa,
deleite... dolor también, pero como el
fondo inevitable que produce todo lo que aviva nuestra hambre y que
en definitiva, no puede alimentarnos. Nos quedamos siempre un poco como el
rey Midas, abriendo la boca en vano intento de degustar lo que es
espejismo puro, pero ¡reconozcámoslo! ese dolor agudo es un pequeño óbolo
ante tanta ganancia como nos asiste. La
nostalgia es la madre de la poesía.
Tengo frente a mi mesa un cuadro
que me traje de Haití el año pasado. Lo pintó Lafortune Félix, un sacerdote vudú, que dejó impreso en él una escena llena
de un lirismo secreto, que a mí me produjo una poderosa sensación de sugerencia
desde que lo vi expuesto en la “Galería de María Isabel” de Puerto
Príncipe...Se llama “Regreso a Guinea”, pero podría haberse llamado también “Nostalgia”.
Es una deliciosa analogía de esa vuelta al origen, que a mí que soy una
recordadora pertinaz, me eligió como dueña adecuada y se vino conmigo.
A partir de una mesa rodeada de
signos sagrados, una serie de figuras se disponen para un viaje. El movimiento es delicioso. Hay
alegría en ese grupo, expectativa en los gestos que cargan los fardos,
esperanza en los brazos que se alzan para acomodar los bultos. Una decisión
gozosa se observa en la forma de encaminarse hacia un horizonte que va poco a poco
difuminándose, comido por nubes que
permiten entrever un puente apenas esbozado a lo lejos...A medida que las
figuras se acercan a él, se van volviendo aladas. Los fardos y las cargas han
ido cayendo en algún lugar del camino. Lo suponemos porque aquellas a las que
brotan alas llevan las manos vacías...están llegando a Guinea.
Ese sufrimiento gozoso que acompaña todo viaje
hacia lo que fue, lo es porque se
nutre de la vivencia de un pasado al que nunca se ha renunciado. En mi pintura
se trata de la nostalgia de todo un pueblo, una nostalgia que pasó de padres a
hijos, de madres a hijas y que cuajó en historias que fueron apasionadamente
repetidas en medio de la miseria, del miedo, una y otra vez y que alumbraron y
calentaron muchas vidas.
Así es. La nostalgia caldea. Las
lágrimas que provoca refrescan y alivian la dureza de un presente, siempre pura
juntura de memoria y esperanza. La
nostalgia es el fuego en la oscuridad del invierno de pueblos y personas. Cuando cada mañana yo miro
largamente mi “Regreso a Guinea”, congrego en lo profundo mis momentos sagrados
que acuden. Siempre acuden, porque soy una recordadora esencial... entonces, me
brotan alas, porque necesito sobrevolar
todas las que fui para poder entender un poco a ésta que soy ahora...necesito
mis collares de antaño, aquellas páginas dobladas, aquella voz que sé que me
imagino, pero que es tan igual a la vieja memoria que me basta...necesito una y
otra vez transitar los mismos parques, volverme a vestir ciertos vestidos,
sentir cierto rumor de lluvia...
Nada más preciado para mí que
esta emoción en carne viva. Renunciar a ella sería justamente como tener que
reconocer algo a lo que me negaré siempre... que tal vez nunca pueda
regresar a Guinea.
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