Hay algunas que brotan mejor
de atardecida, con esa luz difusa tan propicia para las confidencias que permiten difuminarse en un fondo ya tenue
que… ya bastante a la luz se está en esos momentos como para que haya necesidad
de prender lámparas inclementes. También se necesita tiempo para orillar los bordes
de silencio inevitables para los circunloquios y las repeticiones suaves, para
las miradas cómplices y si es con una
copa de vino tinto entre las manos, mejor, mucho mejor… Son las de la madurez,
cuando ya se ha posado la vida y rememorar es un placer delicado.
Las más sabrosas, suelen ser
las viejas historias de amor para que negarlo, pero nunca al amante; esas no
son confesiones sino descargos de conciencia sucia, juegos peligrosos y un poco
estúpidos cuando no crueles. Solo se
confiesa el amor cuando no es directamente a quien amamos. Es a la amiga, la única
a quien dejamos vernos sin máscara. Son las gozosas o desesperadas confesiones
que iniciamos cuando éramos muy jóvenes y que durarán mientras vivamos.
Aunque…hay momentos también en que nos
confesamos a solas, completamente a solas. Existen confesiones que no elegimos. No ocurren a voluntad; son siempre fruto de tomas de conciencia repentinas que
nos dejan literalmente a la intemperie, tal es el frío o calor de su
clarividencia. Cuando nos asaltan es casi siempre a traición de nosotros mismos.
Nos envuelven entonces, en algo que se manifiesta como una certeza demoledora y
casi siempre… tardía. El precio es duro pero lo que se gana en hondura lo vale
cuando sucede.
Hay algo
más en esto de las confesiones. Es necesario decir que aquello que realmente
pertenece a nuestra intimidad y nos ha conmovido profundamente, es muy difícil
de contar. Como está coloreado por emociones turbadoras que nacen de lo más
profundo de la psiquis, no se pueden balbucear sin caer en contradicción. Tendemos a callar porque intuimos que unas palabras torpes enturbiarían lo que
era transparente antes de intentar decirlo…y como así queremos que siga, callamos.
Tal vez por
eso nos gusten tanto ciertas imágenes, ciertas palabras dichas de una manera
que en la realidad no es posible. Por eso a veces es mejor decírnoslo de otra
manera… abriendo suavemente la ventana, corriendo, apretando los ojos, a brincos,
abrazándonos estrechamente, murmurando bajito una frase que solo nosotras
podemos oír como si fuera un mantra, siguiendo suavemente el contorno de una
boca en una foto… mientras se recuerda. Solo así confesamos ciertas verdades de
lo que somos y nadie más que a nosotros para mantenerlo…bello
Hola, Begoña
ResponderEliminarHe visitado el enlace que has puesto debajo. Me ha encantado lo que has escrito. Enhorabuena.
Se que siempre te digo lo mismo, es una maravilla poder aprender junto a ti y de ti. Me ayudas a pensar y reflexionar, siendo tus palabras una guía maravillosa para conseguirlo.
Besotes.