miércoles, 14 de marzo de 2012

Confesiones









Hay algunas que brotan mejor de atardecida, con esa luz difusa tan propicia para las confidencias  que permiten difuminarse en un fondo ya tenue que… ya bastante a la luz se está en esos momentos como para que haya necesidad de prender lámparas inclementes. También se necesita tiempo para orillar los bordes de silencio inevitables para los circunloquios y las repeticiones suaves, para las miradas  cómplices y si es con una copa de vino tinto entre las manos, mejor, mucho mejor… Son las de la madurez, cuando ya se ha posado la vida y rememorar es un placer delicado.

Las más sabrosas, suelen ser las viejas historias de amor para que negarlo, pero nunca al amante; esas no son confesiones sino descargos de conciencia sucia, juegos peligrosos y un poco estúpidos cuando no crueles.  Solo se confiesa el amor cuando no es directamente a quien amamos. Es a la amiga, la única a quien dejamos vernos sin máscara. Son las gozosas o desesperadas confesiones que iniciamos cuando éramos muy jóvenes y que durarán mientras vivamos.

 Aunque…hay momentos también en que nos confesamos a solas, completamente a solas. Existen  confesiones que no elegimos.  No ocurren a voluntad; son siempre  fruto de tomas de conciencia repentinas que nos dejan literalmente a la intemperie, tal es el frío o calor de su clarividencia. Cuando nos asaltan es casi siempre a traición de nosotros mismos. Nos envuelven entonces, en algo que se manifiesta como una certeza demoledora y casi siempre… tardía. El precio es duro pero lo que se gana en hondura lo vale cuando sucede.

Hay algo más en esto de las confesiones. Es necesario decir que aquello que realmente pertenece a nuestra intimidad y nos ha conmovido profundamente, es muy difícil de contar. Como está coloreado por emociones turbadoras que nacen de lo más profundo de la psiquis, no se pueden balbucear sin caer en contradicción.  Tendemos a callar porque intuimos  que unas palabras torpes enturbiarían lo que era transparente antes de intentar decirlo…y como así queremos que siga, callamos.

Tal vez por eso nos gusten tanto ciertas imágenes, ciertas palabras dichas de una manera que en la realidad no es posible. Por eso a veces es mejor decírnoslo de otra manera… abriendo suavemente la ventana, corriendo, apretando los ojos, a brincos, abrazándonos estrechamente, murmurando bajito una frase que solo nosotras podemos oír como si fuera un mantra, siguiendo suavemente el contorno de una boca en una foto… mientras se recuerda. Solo así confesamos ciertas verdades de lo que somos y nadie más que a nosotros para mantenerlo…bello
 Y ahora, para terminar, tengo que confesar que cuando una es escritora tiene la ventaja del papel y la pluma como instrumento dócil de la expresión de sus sentires. La pluma escribe como al dictado lo que no sabemos decirnos de otra manera y no podemos dejar de intentar decir. Toda literatura pero especialmente la poesía, tiene ese rasgo de catarsis;  cada verso se lleva retazos de vida que son carne viva, envueltos entre ritmos y metáforas. Palabras  que recibimos estremecidas cuando hemos logrado escribirlas,  como  si fueran una confesión… de otra.

Quién escribe siempre sabe de alguna manera que, al escribir, se confiesa. Es consciente de  que con cada texto queda en situación de vulnerabilidad, que se fragiliza, porque además lo hace para todo aquel que quiera leer lo que escribe. Sin embargo, es de todas,  la única confesión que no puede ni quiere  callar ya que si lo hiciera no podría seguir escribiendo. La peor censura es la interior. Si velamos con artificios el verbo que brota verdadero para protegernos, le arrancamos el alma y entonces solo será palabra amedrentada  que jamás podrá conmover a quien la lea, algo que es el atributo por excelencia de toda confesión verdadera y de toda literatura con vocación de durar.




1 comentario:

  1. Hola, Begoña

    He visitado el enlace que has puesto debajo. Me ha encantado lo que has escrito. Enhorabuena.

    Se que siempre te digo lo mismo, es una maravilla poder aprender junto a ti y de ti. Me ayudas a pensar y reflexionar, siendo tus palabras una guía maravillosa para conseguirlo.

    Besotes.

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