Últimamente me rondan lilas. Ensueño lilas, siento dulzor de lila, tacto lila…y me vuelvo de continuo intentando atraparlas. La lila es lo superfluo delicioso, el pequeño plus de gracia, casi innecesario para vivir pero casi tan precioso como el agua porque…la lila enciende y su falta inevitablemente, apaga.
Acepto, como dice Shalamov, el recio ruso, que la lila como la flor del fresno o del cerezo, sea ” flor de romanza” no apta para simbolizar la resurrección de la vida, tan crucial en tiempos difíciles como los que tantos vivieron en la helada taiga de los destierros. Él escritor necesitaba del alerce del norte, padre de esa rama seca, quebradiza y oscura que era capaz de verdecer y brotar pinocha en un desolado cuarto de Moscú, después de recorrer miles de kilómetros apretujada entre cartas y paquetes, al conjuro desolado de la esposa del poeta muerto que la recibe y con infinita ternura la coloca en agua …
Preciosa percepción de los sentidos que nos regala la temporada.
ResponderEliminarUn Beso Begoña.
De unos años a esta parte le fui perdiendo aprecio al final del invierno, no me compensaba su luminosidad, calidez ni color ante la amenaza de minar mis fuerzas. Este año, no sé si porque la prensa me predispone positivamente diciendo que los alérgicos no lo vamos a pasar tan mal, o porque los tiempos son tan figuradamente oscuros; voy paseando por la calle mirando al azul del cielo y sintiendo el sol en el cuerpo y feliz de ver que los árboles y los jardines se van transformando y renovando...
ResponderEliminarOso ederra, Begoña. Sasoi tarteko haize fresko horren lore usain gozoa dakarkiguzu. Garbitzailea, berritzailea.
ResponderEliminarMuxu bat.
Ederra Begoña...neuk be maite ditut..
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