miércoles, 1 de noviembre de 2017

Empieza noviembre






Y llegó noviembre, el señor de los meses. Mi mes siempre se inicia con la ceremonia de los recuerdos. Es inevitable.

 Esta mañana me permití volver a las botitas de ante y a la mano de mi padre apenas rayaba el alba, para partir  con mi inmenso ramo de crisantemos rumbo a la tumba familiar, a escuchar otra vez la romántica historia de mi bella abuela muerta a los veinte y cinco años, mientras su marido navegaba...
  Me impresionaba ver mi nombre casi desvaído en la lápida.
 La última vez que fui erré inútilmente entre yerbas y piedras.  Sin mi padre desapareció la brújula y ya no sé llegar... ¡ Salve, Begoña, la de las manos ligeras!

Sin levantarme aún, viajo hacia Chile y hago mi ronda de viejos cementerios Constato las grietas profundas de los nichos en que huesos tristes esperan volver a compartir mesa y calor. Mis muertos viejos yacen allí, extranjeros. Jamás pudieron volver a Itaca.
Me detengo en la piedra de marblit de la abuela Otilia, mi muerta linda. La de los ojos verdes y las batas suaves. La de los amores, los husmeos y los besos. La de las historias de Jesús y la sopa que resucitaba a los muertos... La que me dejó romper sin una queja  todas su porcelana ¡Salve!

Sobrevuelo desde arriba, sin cruzar aún el océano, tu tierra a la que no quiero acudir y, sin embargo allí estoy inevitable. Brilla el esplender de una primavera magnífica y amarga. Es mi pena que se niega a aceptar que estés allí. Yo de ti no acepto huesos ¡Salve, Perséfone invicta! 

 Y  luego... me paso antes de volver, por tu casa, amigo. Me dijiste que allí te encontraría siempre. Toco a la puerta y cuando me abres fieramente leal a tu palabra, aunque no puedo entrar, te digo suave ¡Salve, Sohafi, dueño del corazón de las palabras: Acacia, volantín, Valsain para mí ahora solo son tuyas!

Y... sin dejar aún las telas de mi cama, me desnudo y me arrojo al mar como una zambullidora avezada. Sé siempre donde encontraros pura frescura y paz... 
Os buceo, me sostenéis, me lleváis, me traéis, me jugáis...
 Me dejáis siempre salva y húmeda de vosotros. Amatxu, aita ¡Salve!




2 comentarios:

  1. Sobrecogida leo tus palabras tan bien dichas como siempre. Tú sí que das de lleno en " los universales del sentimiento" Tu mes aparece repleto de nostalgias y paz. Gracias

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  2. Emocionado y excitado por estas palabras que producen en mí sensaciones nunca antes conocidas. Salve Atenea de los Olimpos diosa de las diosas!

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