Compasión (del latín cumpassio) es un concepto desprestigiado entre nosotros. Hay quien piensa que el sentirla debilita y el suscitarla, humilla. Traduce en el uso habitual que damos a la palabra, un malestar general tan vago y formal que prácticamente no necesita alivio. Apenas el comentario tópico para calmar la mala conciencia Recuerdo al respecto un refrán de mi abuela que se convirtió casi en máxima familiar: “Prefiero que me envidien que no que me compadezcan”.
Sin embargo, llevada tal vez por esa desconfianza innata que siento por “muchos usos habituales de las palabras”, últimamente me he puesto a cuestionar el refrán y he llegado a la conclusión de que el concepto compasión traduce una de las más altas emociones que es dable sentir al ser humano.
A diferencia de la lástima, palabra lastimosa por cierto, que permite la pasividad frente a aquello que nos la provoca, la compasión exige acción. Obliga a detenerse, baja la vara castigadora, da "el golpe de gracia", tiende la mano... No permite la impavidez en quien la experimenta. Es una emoción propia de rebeldes con causa.
La compasión es el sentimiento que nos obliga a hacernos conscientes de "la carne" de nuestro corazón. Nos desarma porque es el resultado de una empatía profundísima con aquello que nos golpea por su semejanza con nosotros y con lo que nos hemos encontramos en estado de "desgracia".
Sólo pueden despertarla detalles cuyo valor es fuertemente simbólico para nosotros. En ese sentido, son nuestras vivencias cuando han sido vividas con profundidad, las que nos preparan y la hacen posible. Únicamente lo que se nos hace próximo, en el sentido de cercano, puede despertarla.
Cuando somos objeto de la verdadera compasión, desde nuestra condición de “desgraciados” somos restituidos y alzados hasta nuestra humanidad que ha entrado en estado de sospecha. Sentimos entonces la poderosa fuerza de un abrazo que se interpone entre la necesidad ciega propia del mundo y nosotros. La soledad se rompe.
Es una gracia ser compadecidos porque significa nada más y nada menos que otro ser semejante a mí, rompiendo las cadenas de la naturaleza, esta com-padeciendo. Es decir; padeciendo conmigo. No existe mayor intimidad entre dos seres humanos.
Cuando soy yo quien siento que me traspasa la desgracia del otro, me desarmo. Las relaciones usuales desaparecen. En vez de sentir el deseo de alejamiento que produce casi de manera natural todo lo que sufre, está herido o decae… se impone una energía poderosa que nos hace acercarnos y quedarnos allí contra viento y marea.
La compasión es otra manera de llamar al amor, quizá la más difícil y, como toda forma de amor, no depende únicamente de nuestra voluntad: hay que estar a la espera y desearla para que nos encuentre preparados.
Cuando Aquiles, el colérico héroe aqueo, escucha a Priamo que llora y ruega por la devolución del cadáver de su hijo Héctor al que acaba de matar y arrastrar en torno a las murallas de Troya, permanece impávido frente al lamento, pero… entonces , mientras ceñudo, lo mira la imagen de Peleo, su propio padre, se superpone en el rostro del anciano desesperado . Ve a su padre en Príamo y se ve a sí mismo en el despojo sanguinolento de Héctor que yace a sus pies. Es entonces cuando obligado por la compasión…lo levanta, lo abraza y le devuelve el cuerpo.
Sin esta especie de sustitución emocional, cumbre de la evolución de nuestra condición humana, la compasión no sería posible. Todos estaremos alguna vez, de una u otra forma, tirados a un lado del camino Todos también, de una u otra manera pasaremos con la fortuna de nuestro lado Tomar conciencia de ello es vital para poder actuar de una cierta manera.
La compasión, en definitiva, es fruto de un poderoso acto de imaginación afectiva. Solo es posible aceptarla u otorgarla cuando hemos adquirido la conciencia real de nuestra radical semejanza con todo lo vivo que como nosotros, sufre
Ojalá nos sea dada la maravilla de vivirla. He cambiado la máxima familiar. La compasión es para mí la más bella de las emociones humanas que me sea dada sentir. Ojalá me encuentre digna.
Hola Begoña
ResponderEliminarSublime. Me ha encantado lo que has escrito sobre la compasión. Entiendo "esta compasión" de la que hablas, compartida, vivida desde la experiencia y la empatía, ese "com-padecer" conjunto. Esta compasión es real y concreta.
Es un auténtico placer leerte, aprender y reflexionar contigo.
Besotes.
Tienes razón,la compasión se ha percibido con frecuencia como algo humillante y altivo, algo de lo que hay que huir, como si huyendo negaramos la posibilidad de ser susceptibles de sufrimiento, de compasión. Abrazar la compasión es asumir nuestra vulnerabilidad y poder imaginar lo que el otro siente, movilizandonos física y/o mentalmente para paliar el dolor.
ResponderEliminarTambién es digno de reflexión la frase "no merecer la pena", ¿no merecer compasión?...Ahí te lo dejo.
Saludos.
Un razonamiento totalmente impecable. Estoy totalmente de acuerdo. Creo que para el budísmo también es la compasión el diamante esencial, es el inicio de la iluminación, el camino que abre muchas puertas.
ResponderEliminarBs.
Andrabaltza..la compasion es una palabra que me cuesta utilizar, siempre tiendo a sustituirla, quiza por pena, por dolor...no me queda claro. Y tu texto lo leí agusto, emana humanidad, un valor en peligro de extincion en muchos lugares del mundo..
ResponderEliminarQuiza la compasion tenga mucho de empatia, de espejo, de capacidad de ponernos en el lugar de quien padece..
YO me decanto mas por la palabra " solidaridad"..para mi esta llena de accion, curisoso verdad, a ti la palabra compasion te sugiere lo mismo..encuentro un riesgo..y es la confusion que se puede crear entre compasion y caridad..se construye entonces una jerarquia, una clase A de personas y una B.
Baina berdin dio zein hitz erabiltzen dogun, baldin eta gauza bera sentiarazten badigu. Pertsona osoak, onak gara, barrutik eta kanpotik. HOri da abiaputua, eta hori berori izan behar da helburua.
Mosu handi bet