martes, 7 de junio de 2016

La caída





Mi cuarto, este verano...

Dios frunció el ceño y Eva se sintió culpable
pero...
nunca pudo explicar muy bien por qué

Algo como un temblor la hizo descubrir
la mirada esquinada
la postura encorvada
los rincones...

Aprendió a hablar
para nombrar lo antes tan solo acariciado
lo dulce: lo que hacía desbordar el gozo
y que de pronto un ceño convertía en sucio.

Desde entonces envejeció y...
           se volvió inteligente.

3 comentarios:

  1. Admirable como siempre tu descripción: sentimientos dulces y a la vez de culpa. Estoy de acuerdo contigo en la secuencia: las primeras comunicaciones fueron, sin duda, por señas: fruncir el ceño, mirada esquiva, postura encorvada, centenares de músculos en la cara para mostrar diversidad de estados de ánimo... Pero eran insuficientes para expresar sentimientos. El lenguaje surgió por necesidad para mejorar la comunicación y terminó por evolucionar la inteligencia. Miles de años de evolución y no somos capaces de recordarlos. Como si siempre hubiéramos sido como somos. Aunque algunas veces los humanos retrocedemos en el tiempo y nos comportamos olvidando lo aprendido. Gracias Begoña.
    José Ramón.

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  2. Releo el poema, José Ramón y aunque se dice que nunca se debe explicar un poema, te diría que en él, el lenguaje no es consecuencia de la evolución sino de la pérdida de la inocencia y... De esa necesidad soterrada que sentimos tantas veces de justificarno. De alguna manera, hemos " caído en el lenguaje y sus telarañas"
    A veces, suelo tener una nostalgia también misteriosa de la pura caricia sin palabras que no necesita explicación. Esta claro que el ceño no empuja inevitablemente a hablar...Así somos.

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  3. Se escribe y se lee en soledad. El escritor no puede modificar las palabras ya publicadas. Cada lector si puede releerlas e interpretarlas con total libertad. Un libro puede convertirse así en miles de libros parecidos y algunos diferentes a la intención del escritor. ¡Extraordinario milagro saber que un solo "Quijote" se ha convertido en cientos de millones de hijos de aquel que escribió Cervantes!
    Al releer tu poema he vuelto a caer en las telarañas del lenguaje que en tu caso se convierte en maravilloso calidoscopio. Por eso otra vez gracias por escribirlo.
    ¡Viva San Fermín!
    José Ramón.

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