Batea de madera |
Estoy tratando de lavar estas palabras tuyas.
Hundo las manos en una masa
espesa, oscura, maloliente
que rezuma cieno.
Seda, estopa gastada, gasa tiesa
refriego sobre piedra.
Se confunde lo rojo con lo sucio
y duele.
Ahora…
los tules desvaídos de Venecia
la lana del dulce Languedoc
aquel encaje del frescor romano...
emergen de lo hondo helados, retorcidos en un nudo gordiano
apelmazado y sordo.
Desgarro, desanudo, tiro, golpeo… reconozco apenas
y froto, froto...froto
Os cuento un secreto: la poesía es la forma de catarsis más efectiva que conozco...
Gracias por compartir tu secreto, querida amiga.
ResponderEliminarHe leído muchos poemas tuyos, Begoña. Pero francamente, es en estos versos en donde más palpo el fenómeno de la maravillosa, mágica y necesaria catarsis. Lo veo y lo siento, casi… ¡brutalmente, descarnadamente y, hasta descaradamente! En ese “Desgarrar” y “Desanudar” estas telas, que no creo que estén escritas al azar, ni para dar “lirismo” al verso. En esa colada en que se confunde lo rojo con lo sucio…. Ese “Tirar”, “Golpear” y, ese “Frotar”, Frotar, y Frotar… ¡Me llega al alma como un grito desesperado…!!!
Quería acotar, que estuve leyendo sobre el origen de la "colada"... Hasta hace quizá unos 40 años, muchas amas de casa lavaban la ropa blanca hirviéndola en grandes barreños metálicos donde introducían cierta cantidad de lejía (la ropa para suprimir los restos de lejía antes de aclararla con agua. A ese procedimiento se le llamaba en España la colada.
ResponderEliminarHoy en día, aún se usa esta terminología “la colada” aunque se utilice una lavadora de 1500 revoluciones y 50 programas de lavado y secado… ¿Será por ésto, que nuestras abuelas no necesitaban escribir poemas...? Aunque no es así, porque mi bisabuela era poeta...
Hola Begoña
ResponderEliminarUna vez más es precioso este poema. Muy hondo, muy de alma, muy vital.
Me ha gustado también la opinión de Maricarmen, me ha hecho volver a leerlo con otra perspectiva y sigue encantándome.
Gracias por tocar la fibra, por ser transparente y enseñarme que se pueden tocar todos los temas que nos mueven desde diferentes maneras.
Besotes.
Querida Tita, en la poesía no hay nada gratuito...y nada se produce por puro azar... Lo que se escribe en razón de divertimento o lirismo es únicamente un artefacto, no un poema.
ResponderEliminarTu comentario, agudo y profundo como todos los tuyos se da cuenta de la "rabia" que late aquí. Paúl Celán,quizá el más querido de mis poetas, hizo del poema un lugar donde el tiempo no pudiera irse tan rápido, ni "tan de rositas". Sí, en el verso siempre está aconteciendo...¡siempre! aquello que alcanzó a cuajar.. Recuerdo cuando escribí "Colada". Fue de madrugada y llena de ese llanto furioso que se nos queda atrapado en la garganta y nos ahoga...Yo me puse a lavar hasta desollarme los nudillos, en un papel con tinta negra...Cada vez que vuelvo a leerlo estoy de nuevo ahí, con mi furor intacto...No elegí las palabras, ni la medida, ni el rítmo pero sé que eran las únicas posibles.
La poesía es un misterio.
Mi madre solía contarme como preparaban la colada cuando ella era niña. Había un día preciso que se dedicaba a lavar y blanquear toda la ropa blanca de la casa. Se llamaba colada porque se utilizaba ceniza que se "colaba" sobre la ropa hervida para que reluciera...creo que era así, más o menos. Cuando hacía sol se extendía luego para que se secara sobre la hierba...¿Te imaginas lo que tenía que ser dormir entre aquellas sábanas que además, se solían guardar entre manzanas?
ResponderEliminarUn beso, mi querida "critica literaria".!!
Os leo a todas y viajo treinta y tantos años atrás y me veo en una mañana de sol de verano en plena Tierra de Campos. Yo, recién levantada; mi abuela llevaba ya dos horas en marcha. Suena en el corral toda la onomatopeya de tu poema. Mi abuela ya supera los setenta, setenta años como noventa ahora, porque son setenta de campo y cosecha, de cocido y labor, de ir a por agua al caño para llenar la artesa.
ResponderEliminarY ese peculiar olor al jabón que ella misma fabrica con sosa cáustica, tocino, sebo y un poco de jabón en polvo (recuerdo la caja de jabón Elena), esos cubos de jabón que lo dejan todo reluciente. Mi abuela es discreta y mientras la observo supongo que la colada es su personal forma de retorcer y golpear lo que fuera de ese microcosmos desearía estrujar con sus manos y no puede hacerlo. Me maravilla cómo es capaz de manejar y dejar relucientes esas pesadísimas sábanas de hilo, ese ajuar que ha sido capaz de conservar blanco blanquísimo desde su juventud y que todavía viste las camas de la casa. Ese cuerpo bajito y rechoncho que por sí mismo es capaz de dar la vuelta y batir los jergones de lana, sacrificar un conejo y hacer de ello un acontecimiento gastronómico... En fin, no importa que la colada se haga aquí, en Zamora, en Chile o Haití, creo que lo que querías evocar me lo has transmitido perfectamente.
Viva la memoria, bendita memoria que preserva esa mañana tuya en Tierra de Campos oyendo a tu abuela lavar y la de Mari Carmen que recuerda a la suya y la colada y el jabón hecho en casa y las sábanas de hilo y el retorcer y el enjuagar y poner al sol y...¡Hermosa lección de intrahistoria, chicas! Creo que nuestras abuelas que se parecían a la Ursula de "Cien años de Soledad" estarían encantadas escuchando a la luz de la lumbre, terminados ya los trabajos del día, a sus nietas...
ResponderEliminarUn beso!!