viernes, 8 de octubre de 2010

La casa verde

Para Gilles.

Leí "La casa verde", a mi juicio la mejor novela de Vargas Llosa, durante el verano de mis diecisiete años, en Santiago de Chile y creo que fue la primera novela perteneciente a "la corriente de la conciencia" que leí.

Me fascinó desde el principio su aparente disloque del tiempo y del espacio y, pese a la dificultad que entrañaba para una lectora acostumbrada a la novela moderna como yo, esa revelación de que podía  estar bajando por el río Marañón con Fushía y al mismo tiempo asistir al encuentro de Bonifacia con "el sargento" en Santa María y a los escarceos de "la Selvática" en el salón de la casa verde de Piura, me resultó un ejercicio fascinante.

Ese fluir del decir interno de los personajes se parecía al del caudaloso Amazonas. En mi recuerdo la clave es el río.  A medida que leía, me perdía en meandros y sorteaba islas que poco a poco iban componiendo un paisaje en el que cada escollo y cada junco hallaba un sentido y, cuya disposición minuciosa era cualquier cosa menos cuestión de artificio.


Primero los personajes me engañaron. Me gustaban Bonifacia y su sargento tanto como despreciaba a la Selvática y a Lituma  y me resistí a aceptar  que, en realidad, eran los mismos solo que degradados por una especie de atavismo  sórdido  al que me rebelaba. Al final solo pervivíeron  los ojos verdes de ella y una inmensa tristeza  que me fue ganando a medida que leía ¡Qué escarmiento para una muchacha romántica como era yo! Creo que este libro me curó en salud de ciertas fantasías a las que solemos ser muy dadas las mujeres

El río llevaba historias, esbozos de eso "real maravilloso" que tiene América; un arpista ciego que muere asistido por su peor enemigo, una mujer alegre que rehace su vida y engorda pero que sigue conservando en el recuerdo brumoso de su amante enfermo, su grácil figura de iquiteña guapa y  un amigo fiel a quien menos lo merece, se cruzaban apenas rozándose en el fluir del río..

Busco las viejas sensaciones que me produjo aquella lectura y en medio de la niebla de los años, rescato una  especie de filigrana  entregada en fragmentos aparentemente inconexos que un recordador que no terminamos de saber quién es, nos ofrece casi en bruto para que la vayamos engarzando sin esfuerzo y con placer.


Tres historias; la de Anselmo, la de Fushía, la de Lituma pero también la de la Casa verde, el prostíbulo donde se vive la miseria y la música, la degradación y....¿el amor? (todavía no he podido quitar la interrogación a la palabra) . Creo que hay que leer otras novelas para leer el amor en Vargas Llosa.

Leyendo "La casa verde" aprendí  lo que es esa excelencia literaria,  capaz de crear un mundo, cuya profundidad no se termina de sondear nunca. Si dejo fluir mi memoria, siento bajar la barca que conduce a Fushía al leprosario mientras Lalita aún se sube a la barca en el último momento... que fue antes y Bonifacia deja escapar a las pequeñas aguarunas, mientras la Selvática y su sudor alimentan a Lituma y sus compinches que fue depués pero... es siempre.

Dicen que la literatura hispanoamericana contemporánea se nutre, no de la española, sino de la  gran novela  norteamerícana. Es cierto. Si una ha leído a Faulkner, capta su huella inevitable en el habla magnífica de los sudamericanos y se engancha para siempre a una forma de contar que no encontraremos en ninguna otra literatura en español.

2 comentarios:

  1. Muchas gracias Begoña. Estoy de acuerdo con quien dice que los cuentos mejores son los que hablan de amor, de las relaciones humanas, en todos sus aspectos y las dudas que pueden provocar. Gilles

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  2. tu xikito dbhercitooooooo25 de octubre de 2010, 17:52

    wueno k puedo decir la obra esta genial para mi es lo maximo ok

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