Se llamaba Begoña como yo
tenía un piano negro
se casó con un capitán de gorra blanca
que una vez se la llevó a Lourdes.
Scot Fitzgerald y su esposa Zelda. |
Desde que la historia puede recordar, se ha asociado a la mujer con su capacidad de ser madre de tal manera, que sabemos que la maternidad llegó a ser por excelencia, su gloria y su proyecto genérico. Sí, incluso virgen... madre
Metáforas y mitos se asocian al paradigma: madre es la que da el ser y solo consigue su paradójico ser, en cuanto es capaz de constituirse en “ser para otros”. Pero yo os digo que solo puede ayudar a ser quien ha aprendido a ser “para sí”, antes que nada.
El principito aprovechando el vuelo de las aves abandonó su planeta.... |
Todos somos el Principito. Todos tenemos una rosa y un zorro a los que adoramos y un planeta en el que cada mañana debemos realizar innumerables trajines; limpiar volcanes, retirar biombos, regar con cuidado, arrancar baobabs ...Todos hemos asistido o asistimos tal vez (los verbos se me complican...),a vertiginosos y sobreabundantes atardeceres, solo moviendo un poco nuestra sillita...Todos nos agobiamos a ratos como el Principito y tal vez como él, hemos aprovechado el vuelo de las aves migratorias para abandonar nuestro pequeño planeta...A todos nos consume la nostalgia y el ansia de volver.Si pensamos un poco, veremos como todos los símbolos en algún momento nos coresponden. Yo tengo mi rosa pero soy la rosa de alguien que me cuida y me consiente. Tengo mi zorro, el que me domesticó, pero...yo también he domesticado al que considero mío...Ciertas noches de verano, todos miramos al cielo y tratamos de distinguir nuestro planeta, mientras nos consume la zozobra ...Todos quisiéramos volver y...¡no podemos!
No conozco un libro más universal y más desnudamente bello.
Acceder a Manhattan desde el aeropuerto por Queens, el barrio más extenso de Nueva York, es hacerlo a través del patio de servicio. Un patio que es copia pobre del famoso “sueño americano”. Hileras de casitas pareadas se suceden interminables. Tienen en común: una “escalinata” endeble como de casa de muñecas, que conduce a una puerta historiada con parteluces en la que refulgen los bronces y que genera la memoria inquietante de puertas de panteón. Estas puertas desproporcionadas son elocuentes: dan la impresión de que en la puerta y la escalera precisamente, está el orgullo de la casa… un orgullo de muy mal gusto que se adorna con flores de plástico, con enanitos y a veces con cachivaches diversos. Ahí viven pobres con ganas de medrar. Las banderas estadounidense que de cuando en cuando se divisan deslucidas por la lluvia, hacen pensar en que de aquí han salido muchos soldados que andan ahora cargados de adrenalina, allí por Irak. Se ve muy poca gente en la calle. Seguramente sus ocupantes están ganándose duramente cada hora en los Starbucks de Manhattan y volverán muy tarde, derrengados.